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bookmark_borderASIA/JORDANIA – Las escuelas del Patriarcado Latino continúan eficazmente con su misión

Madaba – Este agosto el Ministerio de Educación del Reino Hachemita de Jordania anunció los resultados de los exámenes generales de secundaria, también conocidos como exámenes Tawjihi, para el año académico 2020/2021. Y una vez más, respetando la tradición, los alumnos que asisten a las escuelas del Patriarcado Latino de Jerusalén han logrado excelentes resultados dando testimonio, una vez más, de la relevancia de la contribución que ofrecen las instituciones educativas católicas al sistema escolar jordano.

Los estudiantes que se presentaron a los exámenes Tawjihi este año fueron 185.806, y de ellos alrededor de 113.000 aprobaron con éxito las pruebas del examen. De los 37 examinados con mejor nota, más de la mitad son estudiantes mujeres.

En las escuelas del Patriarcado Latino presentes en Jubeiha, el 100% de los candidatos aprobaron el examen con éxito. Idéntico porcentaje se registra entre los estudiantes que asistieron a las clases de la rama de ciencias en las escuelas patriarcales de Madaba y Fuheis. La escuela masculina del Patriarcado Latino de Madaba se clasificó en el primer lugar en Jordania, con una tasa de aprobados del 99,75%. Un alumno de esa escuela, el joven Ahmad Fayez Al-Ajalin, resultó ser el mejor alumno de la rama de enseñanza científica de todo el Reino. El sábado 21 de agosto, el padre Wisam Mansour, Director de las Escuelas del Patriarcado Latino en Jordania, visitó a la familia del joven Ahmed para felicitar al estudiante y entregarle una carta de felicitación por los resultados obtenidos firmada por el arzobispo Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén.

Los objetivos alcanzados por las escuelas del Patriarcado Latino, incluso en un momento tan difícil por la pandemia, confirman la vitalidad y solidez de una experiencia educativa cristiana que durante mucho tiempo ha ofrecido una contribución concreta al crecimiento humano y espiritual de la población local, mayoritariamente musulmana. Una misión que se lleva a cabo también gracias a la contribución de la Orden del Santo Sepulcro.

Las escuelas católicas del Patriarcado Latino de Jerusalén celebraron en 2019 el 150 aniversario de su aventura en las tierras ahora gobernadas por el Reino Hachemita. En esa ocasión, el padre Wissam Mansour informó de que las 25 escuelas y 18 jardines de infancia del Patriarcado Latino que operan en Jordania atendían a una población escolar de 11.000 alumnos y estudiantes, cristianos y musulmanes.

La primera escuela católica en el territorio de la actual Jordania fue fundada en la ciudad de Salt por Alessandro Macagno, el mítico Abuna Skandar, quien predicó el Evangelio a las tribus de beduinos cristianos de más allá del Jordán, viviendo como ellos en una tienda y a los que llevó un altar móvil para celebrar la Eucaristía. En ese momento el gobernador otomano no quiso otorgar el permiso, pero fueron los lugareños, cristianos y musulmanes juntos, quienes ganaron esta resistencia. Incluso los beduinos musulmanes habían entendido que solo podían esperar cosas buenas del hombre que les enseñó a leer y escribir.

En la segunda mitad del siglo XIX, las fundadas más allá del Jordán por los sacerdotes del recién erigido Patriarcado Latino de Jerusalén fueron las primeras escuelas abiertas en un mundo cerrado y marginal, marcado por las prácticas sociales del tribalismo. Enseñar es una obra de misericordia espiritual. Y la enseñanza ofrecida a todos, – cristianos y musulmanes, pobres y ricos, tribus del norte y tribus del sur -, fue la llave que permitió arraigar el testimonio apostólico en las zonas rurales o desérticas, que durante siglos no habían visto ninguna iniciativa pastoral católica.

Cuando se creó el Reino Hachemita de Jordania, la red escolar del Patriarcado Latino, a la que se unieron las grandes universidades inauguradas en Ammán por las congregaciones religiosas católicas, todavía representaba el único sistema educativo “autóctono” que existía.

bookmark_borderASIA/MYANMAR – En medio de la violencia y las dificultades, los catequistas continúan su labor misionera

Myitkyina – Llevar el Evangelio “hasta los confines de la tierra”: con este espíritu John NgwaZar Dee, catequista de 72 años, continúa su labor misionera desde hace 50 años. John NgwaZar Dee Dee es el primer catequista de la tribu indígena Lisu de la diócesis de Myitkyina, en el estado de Kachin, al norte de Myanmar. Fue el primer misionero en Zang Yaw, un lugar remoto en los territorios de la parroquia de Putao bajo la diócesis de Myitkyina. Cuando llegó a la aldea, entre los indígenas lisu y rawang, comenzó a leer el Evangelio y a hablar de la salvación dada por Cristo Jesús, dirigiéndose a personas que nunca habían oído hablar de él. Para llegar a la aldea hay que caminar durante 15 días por senderos ásperos y pedregosos. El párroco de la iglesia de Putao dificilmente llega a esa zona intransitable, a veces ni siquiera lo consigue una vez al año, dado el largo viaje. Pero a pesar de la distancia, el catequista John visitó el pueblo 14 veces cuando era más joven, sembrando el Evangelio. Gracias a su celo misionero y a su ejemplo de vida, casi todos los habitantes del pueblo y de las aldeas cercanas, atraídos por el mensaje y la figura de Cristo, pidieron ser bautizados y abrazaron la fe católica.
John ha recordado que de 1969 a 1970 asistió, junto con otros jóvenes, al Instituto de Formación de Catequistas dirigido por los misioneros de San Columbano. “Fue un camino duro y difícil y algunos de mis compañeros lo dejaron; para nosotros, los catequistas, es difícil encontrar un medio de vida, sobrevivir”, relata en una nota enviada a la Agencia Fides por la Diócesis de Myitkyina. “Pero tengo una convicción sencilla: cada vez que estoy en dificultades creo que Dios está conmigo y me dirijo a Él. Él es mi refugio”, dice John, y cuenta cómo, en tiempos difíciles de violencia generalizada en Myanmar, las actividades pastorales y de catequesis continúan y son preciosas porque dan consuelo y esperanza a la gente que sufre.
“Me repito a menudo las palabras de Jacob: si aceptamos el bien de Dios, ¿por qué no vamos a aceptar también el mal?”, explica. “Dios provee y no abandona a su pueblo. El Señor me da fuerzas. No trabajo para obtener la alabanza de los hombres, sino para ganar el Reino de Dios. La gente a veces te alaba y a veces te desprecia. Pero el Señor es fiel, ama y perdona siempre”, señala. Para los fieles de etnia lisu y rewang, el catequista John es un sólido punto de referencia. En su constante labor de catequesis, a lo largo de muchos años, nunca ha querido ninguna recompensa de ellos: “El Señor me da la recompensa. Hasta ahora ni siquiera tengo una casa. La casa en la que vivo ahora no es mía, pero no me importa porque el Señor está conmigo”, dice.
Su testimonio también es precioso para los jóvenes. A él acuden jóvenes católicos y voluntarios que van a aldeas remotas para realizar actividades de educación sanitaria, instrucción y atención pastoral a los más jóvenes. Son los llamados “zetaman”, es decir, “pequeños evangelizadores”, figuras características de la Iglesia católica en Myanmar: estos jóvenes voluntarios llegan a aldeas aisladas, en zonas inaccesibles, en áreas rurales y montañosas y se quedan allí. Comparten la vida de la comunidad durante unos días, pasando mucho tiempo con los niños, en un estilo de presencia hecho de amor, amistad y de compartir la vida con sencillez. Si se les pregunta, dan testimonio de su fe, contando quiénes son y cómo el encuentro con Jesús ha cambiado sus vidas.
Los “zetamanes”, presentes en todas las diócesis de Myanmar, están al servicio de la humanidad más débil y abandonada. Gracias a figuras como el catequista John NgwaZar Dee, las Iglesias piden a sus jóvenes que den al menos tres años de su vida para servir a la diócesis como “zetaman”, para ser enviados como jóvenes misioneros a situaciones difíciles, en aldeas de montaña, entre gente en extrema pobreza, en medio de conflictos armados. Cientos de jóvenes realizan así una preciosa labor de evangelización y promoción humana que hace sentir la presencia de la Iglesia “hasta los confines de la tierra”.





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