Yangon – La ordenación episcopal de monseñor Augustine Thang Zawm Hung y la erección de la nueva diócesis de Mindat han sido acogidas como un don de la misericordia divina por la comunidad católica de Myanmar. En un contexto marcado por los conflictos, las dificultades sociales y las secuelas del reciente terremoto, miles de fieles se reunieron el pasado 27 de abril, Domingo de la Divina Misericordia, en la catedral de Santa María de Yangon para celebrar ambos acontecimientos.
Durante la ceremonia, también se recordó con emoción al Papa Francisco, fallecido recientemente, quien había anunciado oficialmente el 25 de enero de 2025 la creación de la diócesis de Mindat, escindida de la diócesis de Hakha, convirtiéndose en la 17ª jurisdicción eclesiástica del país. Los fieles expresaron su gratitud hacia el pontífice, destacando su constante cercanía y sus reiterados llamamientos internacionales a favor del pueblo birmano.
A pesar de las duras circunstancias, los católicos de Myanmar han dado muestras de gran resiliencia en la fe. La creación de esta nueva diócesis representa, según la comunidad local, un signo de esperanza y dinamismo para la Iglesia en el país.
El obispo, subrayan en la nueva diócesis -, no está solo en su misión: sacerdotes, religiosas, catequistas, voluntarios y fieles tienen un gran espíritu de cooperación. A pesar de las duras circunstancias, los católicos de Myanmar han demostrado, en estos tiempos de grave crisis, que quieren tender puentes de amistad, fraternidad y reconciliación.
En una de las regiones más pobres del país, en el estado de Chin, asolado por los conflictos armados, los habitantes de la nueva diócesis de Mindat y su obispo están dispuestos a “dar testimonio de vida cristiana, practicando la cultura del diálogo y del encuentro, con la cercanía a la gente, las buenas obras y la construcción de comunidades fraternas y acogedoras: así es posible esperar y ver a Dios actuar”, señalan.
La ordenación fue presidida por monseñor Marcus Tin Win, arzobispo de Mandalay, en ausencia del cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, quien se encontraba en Roma para el funeral y el cónclave. Durante su homilía, el arzobispo Tin Win subrayó: «Dios quiere que reconozcamos que su misericordia es mayor que nuestros pecados, para que podamos invocarlo con confianza, recibir su misericordia y dejar que fluya a través de nosotros hacia los demás. De este modo, todos podrán participar de sus alegrías».
El prelado también se refirió a los sufrimientos del pueblo del estado de Chin, agravados por la inestabilidad política y el reciente terremoto, y exhortó a los fieles a no dejarse abatir: «En medio de las penurias y dificultades, no podemos limitarnos a mirar al suelo, sino que se nos invita a elevarnos hacia el Señor», recordando la promesa de Cristo de «estar siempre con nosotros».
Al terminar la celebración, monseñor Andrea Ferrante, encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica en Myanmar, recordó la continua cercanía del Papa Francisco al pueblo birmano y animó al nuevo obispo a llevar la paz de Cristo al rebaño que se le ha confiado. «No será un camino fácil –señaló–, pero tampoco imposible, si está animado y alimentado por la oración y la cooperación fraterna dentro y fuera de la Iglesia».
Por último, subrayó que el nuevo obispo «tiene la tarea de hacer crecer la comunidad en la fe, la esperanza y la caridad y asegurar la comunión con la Conferencia Episcopal y la Iglesia universal, bajo la guía del Sumo Pontífice». Y añadió: «En medio de la inseguridad, de los continuos conflictos armados, de la pobreza de la población, de la dramática situación de las familias y de los jóvenes que genera miedo, debemos recordar las palabras del Papa Francisco: “La guerra golpea de modo particular a las personas más frágiles y deja una huella indeleble en las familias… los caminos de la paz son caminos de solidaridad, porque nadie se salva solo. La paz es posible”». Por último, animó a todos a colaborar con el nuevo obispo en una acción misionera eficaz y fructífera, para «construir puentes de amistad, fraternidad y reconciliación».
Yangon – La ordenación episcopal de monseñor Augustine Thang Zawm Hung y la erección de la nueva diócesis de Mindat han sido acogidas como un don de la misericordia divina por la comunidad católica de Myanmar. En un contexto marcado por los conflictos, las dificultades sociales y las secuelas del reciente terremoto, miles de fieles se reunieron el pasado 27 de abril, Domingo de la Divina Misericordia, en la catedral de Santa María de Yangon para celebrar ambos acontecimientos.Durante la ceremonia, también se recordó con emoción al Papa Francisco, fallecido recientemente, quien había anunciado oficialmente el 25 de enero de 2025 la creación de la diócesis de Mindat, escindida de la diócesis de Hakha, convirtiéndose en la 17ª jurisdicción eclesiástica del país. Los fieles expresaron su gratitud hacia el pontífice, destacando su constante cercanía y sus reiterados llamamientos internacionales a favor del pueblo birmano.A pesar de las duras circunstancias, los católicos de Myanmar han dado muestras de gran resiliencia en la fe. La creación de esta nueva diócesis representa, según la comunidad local, un signo de esperanza y dinamismo para la Iglesia en el país. El obispo, subrayan en la nueva diócesis -, no está solo en su misión: sacerdotes, religiosas, catequistas, voluntarios y fieles tienen un gran espíritu de cooperación. A pesar de las duras circunstancias, los católicos de Myanmar han demostrado, en estos tiempos de grave crisis, que quieren tender puentes de amistad, fraternidad y reconciliación.En una de las regiones más pobres del país, en el estado de Chin, asolado por los conflictos armados, los habitantes de la nueva diócesis de Mindat y su obispo están dispuestos a “dar testimonio de vida cristiana, practicando la cultura del diálogo y del encuentro, con la cercanía a la gente, las buenas obras y la construcción de comunidades fraternas y acogedoras: así es posible esperar y ver a Dios actuar”, señalan.La ordenación fue presidida por monseñor Marcus Tin Win, arzobispo de Mandalay, en ausencia del cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, quien se encontraba en Roma para el funeral y el cónclave. Durante su homilía, el arzobispo Tin Win subrayó: «Dios quiere que reconozcamos que su misericordia es mayor que nuestros pecados, para que podamos invocarlo con confianza, recibir su misericordia y dejar que fluya a través de nosotros hacia los demás. De este modo, todos podrán participar de sus alegrías».El prelado también se refirió a los sufrimientos del pueblo del estado de Chin, agravados por la inestabilidad política y el reciente terremoto, y exhortó a los fieles a no dejarse abatir: «En medio de las penurias y dificultades, no podemos limitarnos a mirar al suelo, sino que se nos invita a elevarnos hacia el Señor», recordando la promesa de Cristo de «estar siempre con nosotros».Al terminar la celebración, monseñor Andrea Ferrante, encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica en Myanmar, recordó la continua cercanía del Papa Francisco al pueblo birmano y animó al nuevo obispo a llevar la paz de Cristo al rebaño que se le ha confiado. «No será un camino fácil –señaló–, pero tampoco imposible, si está animado y alimentado por la oración y la cooperación fraterna dentro y fuera de la Iglesia». Por último, subrayó que el nuevo obispo «tiene la tarea de hacer crecer la comunidad en la fe, la esperanza y la caridad y asegurar la comunión con la Conferencia Episcopal y la Iglesia universal, bajo la guía del Sumo Pontífice». Y añadió: «En medio de la inseguridad, de los continuos conflictos armados, de la pobreza de la población, de la dramática situación de las familias y de los jóvenes que genera miedo, debemos recordar las palabras del Papa Francisco: “La guerra golpea de modo particular a las personas más frágiles y deja una huella indeleble en las familias… los caminos de la paz son caminos de solidaridad, porque nadie se salva solo. La paz es posible”». Por último, animó a todos a colaborar con el nuevo obispo en una acción misionera eficaz y fructífera, para «construir puentes de amistad, fraternidad y reconciliación».