Carmen Romero Rubio
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Carmen Romero Rubio y Castelló nació el 20 de enero de 1864 en Tula, Tamaulipas. Hija de una familia de abolengo y riqueza, de la que recibió una esmerada educación y exquisitos modales. Carmen conoció al general Porfirio Díaz en una recepción en la embajada norteamericana. Allí acordaron que él comenzaría a tomar clases de inglés con ella y fue durante ese tiempo que se enamoró. En 1881, Carmelita y el general Díaz contraen matrimonio. Carmelita tendría una notable participación e influencia en la vida del país, pues su marido el General Porfirio Díaz la escuchaba cuando recomendaba ministros o sugería contactos con ciertas personas, además de que ella en lo personal otorgaba favores: alguna vez pidió por la vida de algún criminal sentenciado a muerte lo cual a la gente le encantaba. Con sus modales aristocráticos, con su elegancia, con su apellido de abolengo, con su dulzura y con todo el poder en sus frágiles manos, doña Carmelita presidió la alta sociedad mexicana, afrancesada en sus gustos y ocupada en frivolidades. Carmelita supo cumplir con precisión y dedicación su trabajo como Primera Dama, asistiendo a eventos como la colocación de la primera piedra de alguna construcción o de alguna obra pública. Asistió a actos religiosos, cívicos y culturales, formó juntas de socorro cuando algún accidente conmovía a la opinión pública y emprendió obras de beneficencia, como mandar construir una casa cuna anexa al templo de San Agustín y obsequiarles una casa a monjas francesas para que fundaran su comunidad. Además, la señora supo cumplir con sus deberes de esposa atendiendo a los hijos del general, ya que propios no tuvo, ocupándose de su educación en los mejores colegios y viendo que hicieran buenos matrimonios. Después de la muerte del general, se quedó unos años en Francia viviendo de las considerables rentas que le dejaban su propiedades en México y que a pesar de la Revolución le llegaban puntualmente.
En noviembre de 1931 la señora Díaz volvió a tierras mexicanas. Trece años más tarde y luego de una larga enfermedad, Carmelita Romero Rubio de Díaz dejó de existir, el 25 de junio de 1944, a los ochenta años de edad. La enterraron en el Panteón Francés, amortajada toda de blanco, con el hábito de las terciarias de Santo Domingo, orden a la que pertenecía y cuyas reglas observaba rigurosamente, en el pecho un escapulario de la Virgen del Carmen. La misa fue oficiada por el arzobispo Luis María Martínez.