Expedición Real
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Se denomina Expedición Real al último intento de Carlos María Isidro de Borbón, durante la guerra carlista por tomar Madrid y obtener la victoria y que tuvo lugar en 1837.
Una vez el sitio de Bilbao había fracasado, la política de los carlistas fue la extensión de la guerra por distintos frentes con la intención de favorecer los alzamientos en el resto de España y debilitar a las tropas cristinas leales a Isabel II. El pretendiente don Carlos partió el 15 de marzo de 1837 desde Estella con casi una veintena de batallones y tres regimientos en dirección a cataluña intentando unir los focos carlistas de esa zona y la aragonesa y sumar más efectivos al ejército inicial.
Se enfrentaron victoriosos con el grueso de fuerzas leales a la reina que comandaba el general Iribarren en Huesca el 25 de mayo. Superaron Barbastro el 2 de junio mientras eran castigados por la retaguardia en su avance. En Cataluña las adhesiones fueron menores de las esperadas y las aportaciones dinerarias tan escasas que los soldados padecieron penurias. Además, los liberales contaban con más preparación y los detuvieron el 13 de junio en Guissona causando la huida carlista y graves pérdidas que alcanzaban a cerca de una décima de la expedición. No obstante, la marcha continuó conquistando Solsona y Berga para tratar de cruzar más tarde el río Ebro. Sin embargo eran castigados en la marcha y el general Ramón Cabrera tardó en abrirles franco el paso al otro lado del río por Cherta. La dirección que tomó la expedición fue el interior de la actual Comunidad Valenciana, confiando en los apoyos que se recibirían del Maestrazgo. Se asentaron al llegar a Burjassot el 11 de julio.
El avance había sido temerario, pero espectacular. Las fuerzas liberales habían sido derrotadas en varias ocasiones y Borso di Carminati no había podido detener a Cabrera. Restablecidos, reiniciaron las conquistas a lo largo del mes de agosto, llegando a Villar de los Navarros donde causaron graves daños a las fuerzas liberales y se abrieron paso para Castilla. Crecidos en número (más de quince mil hombres) y en suministros, pasaron la actual provincia de Cuenca camino de Madrid. Bien fuera debido a la reorganización de las tropas cristinas, bien a la propia desorganización o bien a la falta de apoyo en las tierras castellanas, las unidades enviadas desde la capital de España para contener el avance tuvieron éxito. Los primeros enfrentamientos en septiembre hicieron que la expedición tomase rumbo al norte, siendo alcanzados por Baldomero Espartero en Aranzueque donde les inflingió una grave derrota. Los restos de la expedición marcharon en dos direcciones. Ramón Cabrera, con las mejores unidades, marchó para mantener la resistencia carlista en el Maestrazgo, mientras que el propio don Carlos y el resto de los expedicionarios, desarbolados, huyeron a Navarra y País Vasco.
El fracaso en las intenciones del pretendeinte aceleró la firma posterior de la paz con el Convenio de Oñate entre Espartero y Rafael Maroto.
