Flujo piroclástico
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Es un fenómeno que acompaña a la erupción de un volcán. También es llamado Nube piroclástica, Colada piroclástica o Nube ardiente. Este fenómeno se produce cuando lava con alto contenido en gases (por ejemplo dióxidos, sulfuros o vapor de agua) se enfría y descomprime al alcanzar la superficie durante una erupción volcánica.
En efecto, al disminuir la presión y temperatura, la lava pierde capacidad para tener gases disueltos por lo que se forman burbujas de gas caliente que eventualmente pueden conectarse unas con otras hasta formar un continuo. Por su parte, la fracción liquida se solidifica por el descenso de temperatura convirtiéndose en gravas o arenas incadescentes. Dependiendo del contenido en gas de la lava original y de la composición química, puede producirse una violenta explosión o bien formarse un compuesto sólido-gas que permanece unido. En mayor parte de las ocasiones, este compuesto asciende hasta la estratosfera impulsado por la célula de convección gigante que crea la emanación de calor en el cráter, separándose en el proceso sus componentes y provocando lluvias de ceniza o grava a gran distancia del volcán. Sin embargo, cuando su densidad es muy grande o su masa es excesiva para la columna de aire ascendente, la convección no puede levantar el flujo piroclástico que vuelve a caer o ni siquiera se eleva y desciende en forma de coladas por las laderas del volcán. Se comporta como un fluido adquiriendo gran velocidad, arrasando con su impacto y su temperatura todo lo que encuentra y pudiendo recorrer muchos kilómetros incluso sobre el agua.
Aunque a lo largo de la historia muchos autores habían presenciado coladas piroclásticas (como las famosas "hoces de fuego" de Plinio en el Vesubio) a causa de la velocidad con la que se mueven y de su temperatura letal, todos los que habían estado suficientemente cerca para observar su verdadera naturaleza perecían irremediablemente. Como una vez enfriada solo deja como rastro arenas y gravas, no se podía caracterizar el fenómeno y la destrucción ocasionada era achacada a piroclastos de trayectoria balística, gases venenosos o misteriosas ondas expansivas de trayectoria caprichosa. Durante la erupción de varios volcanes en los años 70 y 80 del pasado siglo, fue posible filmar coladas piróclasticas desde gran distancia utilizando ópticas sofisticadas y desde aviones y helicópteros . Mediante simulaciones de ordenador se determinó su naturaleza y se pudo establecer la participación de este fenómeno en la destrucción causada por muchas erupciones del pasado y especialmente en la de Mont Pelée. Después de 20 siglos se pudo saber que las "hoces de fuego" habían sido flujos piroclásticos que saliendo del cráter caían sobre la ladera formando varias coladas, una de las cuales destruyó Herculano. En honor a Plinio, este tipo de erupciones que combinan explosiones con coladas piroclásticas se llaman "plinianas".
Hoy en día se sabe que las coladas piroclásticas son el mayor peligro directo de una erupción volcánica. Hay que hacer notar que contra la creencia popular no es el grado de fluidez de la lava lo que hace a un volcán peligroso sino su contenido en gas que cuanto más alto es, mayor tendencia crea a explosiones paroxísticas y a flujos piroclásticos (estos últimos tanto en forma de coladas como de troncos que ascienden y causan lluvias de piedra pómez). Este contenido en gas depende del tipo de volcán. Aquellos volcanes alimentados con magma producto de la fusión de placas tectónicas subdicentes, especialmente si la subducción se produce bajo el mar arrastrando limos empapados en agua, son los más peligrosos. Aquellos volcanes cuyo magma proviene directamente del manto, y carece por tanto de gas disuelto, son los más inofensivos.
