Miguel Valle Riestra
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Miguel Valle Riestra, (*Lima, 7 de mayo de 1820 - † 5 de septiembre de 1913).
"El Coronel Valle Riestra, tenía relatos más interesantes aún. Pasaba de noventa años y sirvió en el ejército desde los 17. Ingresó a filas para vengar a su hermano el General Francisco Valle Riestra, fusilado por orden de Salaverry, y tres años después era derrotado en la Batalla de Yungay”, nos dice de él Luis Alayza y Paz Soldán.
“Fui entonces prisionero de los chilenos, por primera vez, me decía. Me ataron una cuerda al cuello y, el otro extremo lo aseguraron al arzón del caballo de un “roto”; y así remonté la Cordillera Negra. Cuarenta años más tarde caí, por segunda vez, en el morro de Chorrillos, el 13 de enero de 1881, al lado del General Iglesias y del Coronel Billinghurst; me acompañaban mis hijos Víctor y Alfredo, dos adolescentes. Peleamos toda la mañana y a las 2 y 30 de la tarde estábamos perdidos; éramos un puñado de hombres rodeados por veinte mil enemigos. El intrépido Coronel Iglesias ordenó una carga a la bayoneta; y así, resueltos a vender caras nuestras vidas, llegamos sólo unos cuantos al pie del Morro, donde fuimos hechos prisioneros. —Coronel EP Miguel Valle Riestra
La familia Valle Riestra dio una nota de alto patriotismo peruano en la guerra; el Coronel y sus dos hijos cayeron prisioneros en Chorrillos, dos días después; Felipe, su sobrino, rindió la vida en Miraflores, y Domingo, hermano de éste, luchó como guardiamarina al lado del Contralmirante Grau, en Angamos.
Poco a poco el coronel iba caminando en sus relatos, haciendo pasar a la inversa el film de sus recuerdos, hasta detenerse en los tiempos de Gamarra y de Nieto, de Salaverry, a quien odiaba, y de Orbegoso, con quien se inició en la carrera de las armas; y describía hombres y acciones como el locutor de cine mientras pasaba la cinta. Era ésta la única falla, curiosa y bendita falla, de su cerebro senil, pues conservando perfecta la memoria, desaparecía la noción del tiempo, y el narrador situábase frente a los acontecimientos como si los estuviese presenciando.
Dicen los hindúes que todo cuanto ocurre, hasta los pensamientos, imprímese sobre los anales “akásicos”. Me imagino esos anales como una cinta de cine extendida toda ella sobre un muro, la que puede ser contemplada por los iniciados; de manera que para ellos no hay pasado; todo está al frente, todo está aconteciendo, aún los hechos más remotos. El Coronel Valle Riestra tenía sus anales “akásicos” en los senos de su cerebro alterado, o mejor dicho, perfeccionado, por los años, y se anticipaba a Einstein.
Menudo y blanco, con blancura de marfil, de ojos azules y cabellos de nieve, rostro aristocrático y bello, enmarcado entre un par de patillitas, a la moda de los primeros años del siglo XIX, tenía el aspecto de los próceres de la Independencia. La voz, cavernosa y seca, salía sin ecos, de su pechito deprimido, y por la boca sin dientes, como del fondo de una tumba; pero cuando comenzaba a “ver” las patéticas escenas de los tiempos que fueron, entusiasmado y estremecido vibraba como un violín en manos del artista, y parecía que su frágil individuo iba a estallar con el esfuerzo; su voz adquiría entonces tonos y reflejos juveniles, y la mirada, fija en punto lejano, del espacio, donde sin duda escrutaba los anales “akásicos”, despedía chispas y llamaradas de fuego, insospechables en las mortecinas pupilas del activo nonagenario.
El 13 de enero de 1881, la Batalla de San Juan, lo encuentra como Sub Jefe del Estado Mayor del Ejército del Norte; luego del desastre de San Juan y del Morro Solar, tomados los cerros de Viva el Perú, Santa Teresa, Marcavilca. Pamplona, el Coronel Miguel Valle Riestra, es tomado prisionero en Chorrillos, por los chilenos, luego de nueve horas de batalla.
