Morille
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Morille es un municipio en la provincia de Salamanca, en la Comunidad Autónoma de Castilla y León, España. Está a una distancia de 18 km de Salamanca, la capital provincial.
Al 2003 cuenta con una población de 183 habitantes, de los cuales 99 son varones y 84 son mujeres, en una superficie de 22,94 km². Su altitud es de 937 m sobre el nivel del mar.
Su código postal es 37183.
Situado a menos de 18 kilómetros de Salamanca, en dirección a la Sierra, el pueblo de Morille ofrece al vecino y al visitante las mejores posibilidades de la vida en el campo: la proximidad a la capital y la sensación cierta de hallarse en plena naturaleza.
No es posible reducir los encantos y los encantamientos de Morille a unas líneas: está, en principio, su cuidada y característica arquitectura de piedra, en la que se conjugan las construcciones tradicionales y las más vanguardistas; sus calles anchas, espaciosas, repletas de sorpresas. ¡No hay casa en Morille que no tenga su patio, su jardín, su corral o su huerto! Está luego un entorno amplio y abierto a los cuatro puntos: la dehesa del Campo Charro, los altos de Somade que preludian la Sierra, los muchos caminos, veredas y cañadas que es preciso recorrer por el simple placer de la marcha...
Porque Morille es una encrucijada: una encrucijada de riberas, de tránsitos ganaderos, y de la Vía de la Plata o Camino de Santiago. En Morille nace el Zurguén, ese modesto arroyuelo que atraviesa la plaza del pueblo y muere junto al Puente Romano, y al que cantaron los mejores poetas de nuestro siglo XVIII. Los cordeles y cañadas de Morille brindan hoy las mejores oportunidades para el ecoturismo. Y está, por supuesto, el Camino que lleva a Santiago: ¿qué puede haber mejor que pernoctar en Morille y luego recorrer el encanto de unos pocos kilómetros, perdido en pleno campo, con la vista puesta siempre en las torres de Salamanca?
Morille fue pueblo de canteras y minas. De aquí salieron muchas de las antiguas piedras de molino, las afamadas "piedras morillejas"; y hasta los años 70 las minas de Morille vivieron la fiebre del Wolfram, esa ilusión que se disipó como un suspiro, cuando las minas cerraron y muchos de los hijos del pueblo tuvieron que emigrar a otras tierras en busca de mejor destino...
"Mi casa está donde dejo mi sombrero", en palabras del poeta. Muchos son los que, entonces y ahora, sin haber nacido en Morille se han hecho hijos del pueblo por su amor a estas piedras. Otra encrucijada.
Hoy el pueblo de Morille y su corporación municipal trabajamos para revitalizar todos esos valores, conscientes de que el mestizaje del pasado y del futuro es el único camino, la única vía posible hacia la pervivencia.