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Persecución de los bahá'ís - Wikipedia, la enciclopedia libre

Persecución de los bahá'ís

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Desde hace unos 160 años, los bahá’ís han sido víctimas del fanatismo religioso en diversos países, y en particular, en Irán, país de origen de la Fe bahá'í, la minoría religiosa más numerosa de ese país y una de las mayores comunidades de bahá’ís del mundo.

Tanto los propios bahá’ís como instituciones internacionales -Naciones Unidas, Amnistía Internacional, la Unión Europea- y destacados intelectuales han denunciado que los miembros de la comunidad bahá’í en Irán se han visto sometidos a arrestos y encarcelamientos injustificados, a palizas, a torturas, a confiscación y destrucción de sus propiedades e incluso a ejecuciones; de igual forma, a muchos de ellos se les ha denegado el ejercicio de sus profesiones, las prestaciones sociales, y el acceso a la educación universitaria.

La única razón por la que los bahá’ís vienen siendo víctimas del fanatismo religioso más corrosivo desde hace siglo y medio son sus creencias religiosas, los principios de una Fe que, según el estudioso Friedrich W. Affolter, ponen en entredicho los principios de la ortodoxia Shi’i. A pesar de todos los esfuerzos de la comunidad internacional por persuadir a Irán de que respete los convenios internacionales en materia de derechos humanos, de los que Irán es signatario, entre ellos, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, la persecución ha continuado hasta hoy.


Tabla de contenidos

[editar] Antecedentes

[editar] Contexto histórico

La Fe bahá’í surgió a partir de la religión babí, que fue fundada en 1844 por el Báb en Persia, país que actualmente se conoce bajo el nombre de República Islámica de Irán. El 89% de los iraníes son seguidores de la escuela duodecimana, dentro del Islam shí´í, una de cuyas doctrinas esenciales es el esperado advenimiento de una figura mesiánica, el Qa’im (Imán Mahdí). El Báb afirmó que Él era el Imán Mahdí y que, por lo tanto, tenía la misma estación que el Profeta Muhammad, así como el poder, que ejerció, para abrogar las provisiones de la Ley Islámica.

Bahá'u'lláh, que proclamó ser el prometido por el Báb, reclamó una posición semejante para sí mismo en 1863, como Manifestación de Dios y como la figura prometida en las sagradas escrituras de las principales tradiciones religiosas del pasado. Fue Él quien fundó la Fe bahá’í.

Con respecto al contexto histórico de las persecuciones, Friedrich W. Affolter, en War Crimes, Genocide, & Crimes against Humanity, indica:

Los escritos de Bahá’u’lláh abordan un abanico de asuntos que desafían las tradiciones más antiguas del Islam sh’i’’i. Además de formular la ‘herética’ aserción de ser una ‘Manifestación de Dios’, señaló que los planes de estudios escolares deberían incorporar las llamadas ‘Ciencias Occidentales’, que los estados nacionales (musulmanes y no musulmanes),deben establecer un gobierno mundial federal, y que hombres y mujeres son iguales. Asimismo, Bahá’u’lláh escribió que en este día, ya no se necesitan sacerdotes que proporcionen guía religiosa. Sostenía que la humanidad ha alcanzado una edad de madurez en la que la búsqueda de Dios y de la verdad incumbe a cada persona.

Estos principios no sólo ponen en entredicho la necesidad del sacerdocio, sino también toda la estructura eclesiástica del Islam shí’í y el vasto sistema de dotaciones, beneficios y cuotas que lo sostenían. No es de sorprender, así pues, que en las décadas posteriores, hasta la deposición de la dinastía Qájár en 1925, fueran los mullás los que instigaran los ataques contra los bahá’ís en ciudades o pueblos en los que el clero ejercía una considerable influencia.

Por otra parte, la religión babí, precursora de la Fe bahá’í, vivió una violenta historia en Irán, al respecto de la cual Friedrich W. Affolter escribe en la obra antes citada:

Al principio, los mullás esperaban frenar la expansión del movimiento bábí denunciando a sus seguidores como apóstatas y enemigos de Dios [1]. Estas acusaciones se tradujeron en ataques de turbas, ejecuciones públicas y torturas de los primeros bábís. Cuando los bábís (en consonancia con los principios coránicos), se organizaron para defenderse, el gobierno envió a sus tropas a una serie de enfrentamientos que provocaron cuantiosas pérdidas [humanas] en ambas partes. El Báb mismo estuvo en prisión desde 1846 hasta 1850, y finalmente fue ejecutado públicamente. En agosto de 1852, dos babíes enloquecidos intentaron asesinar al Shah en venganza por la ejecución del Báb. Ello desencadenó una matanza de gran alcance en la que más de 20.000 babíes, entre los cuales, cuatrocientos mullás shí’ís que habían abrazado las enseñanzas bábís, perdieron sus vidas.

Aunque Bahá’u’lláh adoptó una posición más conciliadora, prohibiendo el uso de la guerra santa como medio para expandir su Fe, y buscando en su lugar implicar a los gobiernos en el diálogo, la drástica naturaleza de su proclamación como Profeta apenas transformó la percepción del pueblo iraní. Hoy en día, los bahá’ís de Irán constituyen una minoría odiada por muchos puesto que son vistos como apóstatas del Islam. Según atestigua Eliz Sanasarian, en Religious Minorities in Iran:

La persecución no se halla en la acción de un estado o de una comunidad, sino en la conciencia de cada persona. Los bahá’ís representan todo lo que ha sido condenado (por el Estado, los ‘ulamas, la comunidad islámica shí’í, y los laicos, e incluso por los educados en Occidente) al odio, es decir, a la apostasía, a la asociación con Occidente e Israel, al pro-monarquismo, y a una asociación elitista dedicada a la promoción y a la propaganda de sí misma.

A lo largo del siglo pasado, las persecuciones continuaron intermitentemente, como por ejemplo, en 1903, 1942 o 1955. La Revolución Islámica de 1979 reavivó las persecuciones contra los bahá’ís, sus instituciones y sus lugares sagrados. Fuentes bahá’ís estiman que más de doscientos creyentes bahá’ís han sido ejecutados desde entonces, y muchos más encarcelados y torturados, o expulsados de escuelas, universidades y lugares de trabajo; a muchos se les ha negado prestaciones sociales o el registro de sus matrimonios. Los hogares y pertenencias de numerosos de ellos han sido confiscados y sus negocios destrozados. Además, algunos lugares sagrados bahá’ís fueron destruidos tras la Revolución, incluyendo el hogar de Bahá’u’lláh en Takur (Mazindaran), y la Casa del Báb en Shiraz.

Una de las últimas oleadas de persecución tuvo lugar a principios de 2005, cuando la comunidad bahá’í de Irán cursó una carta abierta al Presidente Khatamí en noviembre del año anterior para llamarle la atención de las persecuciones y en la que pedía la completa emancipación de la comunidad bahá’í. Las autoridades tomaron represalias ante la osadía de semejante llamamiento, y hogares bahá’ís fueron invadidos, sus ocupantes apaleados, y un cementerio bahá’í fue profanado.

[editar] Contexto legal

La República Islámica de Irán reconoce cuatro religiones, cuyo estatus está constitucionalmente protegido: el zoroastrianismo, el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Los miembros de las tres primeras minorías reciben un trato especial bajo la ley iraní. Por ejemplo, sus miembros tienen permitido beber alcohol, y los representantes de sus comunidades disponen de escaños en el Parlamento.

Sin embargo, lejos de ser absoluta, la libertad religiosa en Irán está bajo mínimos. Los que buscan abrir una nueva comunidad religiosa, islámica o no, han de hacer frente a severas restricciones. En contraste con los países en los que se garantiza la libertad de conciencia, en los que los ciudadanos son libres de fundar cualquier nueva mezquita, iglesia, confesión o culto que les plazca, en Irán nada de esto está permitido. Aunque pueden ser toleradas hasta un cierto punto, la idea de que tales grupos tengan derecho a la misma protección de la que disfruta la religión mayoritaria es rotundamente rechazada.

La Fe bahá’í, además de todo ello, sufre otro obstáculo formidable, resultado de una interpretación sui generis del Corán. La ley iraní protege a todos aquellos que aceptan la existencia de Dios y la posición de Muhammad como Profeta, como hacen los musulmanes. Los bahá’ís reconocen ambos principios, pero además, consideran al Báb y a Bahá’u’lláh como Profetas que han aparecido después de Muhammad. Los musulmanes, por el contrario, declaran que Muhammad es la última revelación. Por lo tanto, la ley iraní trata a los bahá’ís como “herejes”, más que como miembros de una religión independiente, como ellos se definen.

En el Corán, Muhammad habla de sí mismo como el Sello de los Profetas, título a partir del cual la mayoría de los estudiosos musulmanes interpretan que Muhammad es el último Mensajero de Dios (sellar: poner fin a algo, en este caso, sería la Revelación divina). Desde una interpretación dogmática, los bahá’ís son convertidos en “herejes”. Frente a esta interpretación, los bahá’ís, siguiendo la doctrina de Bahá’u’lláh, afirman que la verdad religiosa no es revelada a los hombres de forma absoluta, sino progresiva, en función de las necesidades de la humanidad. La revelación del Islam alumbró el nacimiento de la brillante civilización árabe, fruto de la unión de las tribus arábigas antaño idólatras y enfrentadas entre sí. De igual forma, Bahá’u’lláh, trece siglos después, fundó la revelación bahá’í para unir en paz a las naciones de la Tierra.

Los bahá’ís entienden que efectivamente Muhammad selló, culminó un ciclo profético en el que una serie de Mensajeros de Dios se sucedieron los unos a los otros, desde Adán a Muhammad, pasando por Abraham, Moisés o Cristo, destinado a preparar a la humanidad para la venida de Bahá’u’lláh. Se trata de un nuevo período de la historia, anunciado en las profecías del Islam y en las grandes religiones del pasado, en el que la humanidad, según Bahá’u’lláh, alcanzará la madurez. Por lo tanto, según los bahá’ís, la venida del Báb, primero, y Bahá’u’lláh después, no contradice al Islam. Por otra parte, las avanzadas enseñanzas del Báb y de Bahá’u’lláh no podían dejar indiferente a nadie, y la Fe del Báb, desde su nacimiento en mayo de 1844, se extendió como la pólvora por toda Persia, y en pocos años ganó miles de adeptos. Dirigidos a la renovación moral y espiritual de la sociedad persa, las enseñanzas bábíes buscaban mejorar la situación de la mujer y de los pobres, y ofrecían una visión revolucionaria de la educación y la ciencia. Posteriormente, las enseñanzas de Bahá’u’lláh vinieron a completar las enseñanzas bábíes, mediante la enunciación de unos principios de alcance global que habrían de vertebrar la futura civilización mundial, muy avanzados para la época, como la igualdad de género, la eliminación de toda forma de prejuicio, la ausencia de clero y la armonía entre ciencia y religión.

Por otra parte, las avanzadas enseñanzas del Báb y de Bahá’u’lláh no podían dejar indiferente a nadie, y la Fe del Báb, desde su nacimiento en mayo de 1844, se extendió como la pólvora por toda Persia, y en pocos años ganó miles de adeptos. Dirigidos a la renovación moral y espiritual de la sociedad persa, las enseñanzas bábíes buscaban mejorar la situación de la mujer y de los pobres, y ofrecían una visión revolucionaria de la educación y la ciencia. Posteriormente, las enseñanzas de Bahá’u’lláh vinieron a completar las enseñanzas bábíes, mediante la enunciación de unos principios de alcance global que habrían de vertebrar la futura civilización mundial, muy avanzados para la época, como la igualdad de género, la eliminación de toda forma de prejuicio, la ausencia de clero y la armonía entre ciencia y religión.

Las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, vieron en semejantes principios, que desafían las más antiguas tradiciones islámicas, una amenaza a su poder, basado en la ley shariah, y en general, a todo el sistema civil y clerical, por lo que resolvieron extinguir la luz de la nueva Fe y reprimir a sus seguidores. Uno de los primeros en sufrir las consecuencias de su ira fue el propio Báb, ejecutado públicamente en julio de 1850. Bahá’u’lláh también sufriría destierros sucesivos, hasta recalar en la ciudad-prisión de San Juan de Acre, una de las prisiones más inmundas del Imperio Otomano.

Es inevitable trazar un paralelismo entre la persecución de los bahá’ís en Irán y las persecuciones que han sufrido los seguidores de las grandes religiones del pasado, como los musulmanes a manos de las tribus de Arabia, o los cristianos a manos de los judíos, en los albores de cada religión, como consecuencia de su ruptura con la ortodoxia establecida. Al igual que ellos, hoy en día, los bahá’ís de Irán no son perseguidos por pertenecer a una etnia en concreto, ni por sus ideales políticos (los bahá’ís tienen prohibido la intervención en política y el proselitismo), sino exclusivamente por sus creencias religiosas.

Otras minorías religiosas no reconocidas en Irán son los Ahl-e Haqq, el Mandeísmo, los azalíes, y los cristianos evangélicos. Los no musulmanes constituyen menos del 1% de la población total de Irán.


[editar] Situación actual

Los encarcelamientos, ejecuciones, confiscaciones, y demás formas de persecución a las que está sujeta la comunidad bahá’í de Irán desde principios de la década 80 se encuadran dentro de un plan secreto del gobierno concebido para ahogar a la comunidad bahá’í.

Los verdaderos designios del régimen de los ayatolás salieron a la luz en 1993. Un memorándum secreto de principios de 1991(conocido como Memorándum Golpayganí), redactado por el Consejo Supremo Revolucionario de la Cultura y rubricado por el Ayatolá Jamenei, revelaba los esfuerzos por estrangular a la comunidad bahá’í de Irán a través de medios más silenciosos. Básicamente, el documento establece que a los bahá’ís debe mantenérseles “analfabetos o desprovistos de educación”, con un mero nivel de subsistencia, “sumiéndoles continuamente en el temor a que la más pequeña infracción les acarreará la cárcel o algo peor.”

El documento organiza los métodos de represión utilizados para perseguir a los bahá’ís, y ofrece recomendaciones específicas sobre cómo impedir el progreso de las comunidades bahá’ís tanto dentro como fuera de Irán. La circular afirma que las formas de persecución más excesivas deben dar paso a otras más sutiles, como su expulsión de las universidades, “tan pronto como se compruebe que son bahá’ís”, la negación del empleo “si se identifican como bahá’ís”, así como “cualquier cargo de influencia”, etc. Se permitirá la escolarización de los niños con la condición de que no se identifiquen como bahá’ís, y deberán acudir a escuelas que tengan “una fuerte ideología religiosa”, con el propósito de que abandonen su fe. Se trata, en líneas generales, de frenar “completamente el progreso y desarrollo de la comunidad bahá’í”.

El memorándum abre una nueva fase en la represión de la comunidad bahá’í iraní. En un evidente cambio de táctica, suscitado por la presión internacional ante los horrores de los años ochenta, se deja de lado la persecución abierta, con matanzas, torturas o encarcelamientos, y se aplican en su lugar restricciones económicas, sociales y culturales y un conjunto de actividades clandestinas que no motiven la condena y vigilancia internacionales.

La existencia del llamado Memorándum Golpayganí salió a la luz pública en un informe del entonces Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Galindo Pohl. (E/CM4/1993/41, 28 January 1993). Las líneas de actuación marcadas en el documento aún permanecen en vigor.

Abajo se presentan las formas de persecución más frecuentes de las que han sido víctimas los bahá’ís desde 1979, como parte de el mencionado programa de exterminio. Descartada la posibilidad de un genocidio en toda regla, el Gobierno pasó a principios de la década de 1990 a ejecutar otro tipo de persecución más “sutil”, pero no por ello menos cruel, con el fin de erradicar las raíces culturales de la comunidad bahá’í de Irán, y desequilibrarla, dentro de una política de limpieza cultural que proyecta ahogar social y económicamente a la comunidad bahá’í, destruir su vida social y cultural y en suma, eliminar de raíz a la comunidad bahá’í. El objetivo final, así pues, no ha cambiado.

Mona Mahmudnizhad, ejecutada a la edad de 17 años en Shiraz en 1983, junto con otras 9 mujeres bahá'ís.
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Mona Mahmudnizhad, ejecutada a la edad de 17 años en Shiraz en 1983, junto con otras 9 mujeres bahá'ís.

[editar] Ejecuciones y asesinatos

Como ya se indicó más arriba, las matanzas de bahá’ís en Irán se remontan a la segunda mitad del s. XIX, cuando unos 20.000 perecieron en atroces persecuciones. La violencia continuó a intervalos a lo largo del s. XX. Unas veces eran turbas enfurecidas, instigadas por los clérigos shí’ís, quienes se abalanzaban sobre los bahá’ís, como ocurrió en Yazd, en 1903, cuando 101 bahá’ís fueron asesinados por una muchedumbre; otras, era el mismo gobierno quien dirigía la opresión, generalmente cuando le interesaba granjearse el favor de los ayatolás, o para evitar ser objeto de crítica cuando los asuntos de Estado no marchaban bien. En 1955, por ejemplo, el Gobierno permitió la transmisión de una serie de sermones incendiarios pronunciados por un famoso clérigo, con el fin de ocultar a la opinión pública la impopular política gubernamental. Pico y pala en mano, el Ministro de Defensa, y el religioso responsable de la campaña difamatoria de la Fe bahá’í, aparecen en una foto dispuestos a demoler la cúpula de la sede nacional bahá’í en Teherán. Acto seguido, una oleada de violencia recorrió el país, en la que muchos baháís fueron asesinados, violados, robados, y las casas de muchos saqueadas.

Amnistía Internacional y otros organismos denuncian que 202 bahá’ís han sido asesinados desde el estallido de la Revolución Islámica. Ya incluso antes de que Khomeini asumiera el poder en febrero de 1979, varios bahá’ís habían sido asesinados el año anterior por multitudes enfurecidas, hecho que constataba cuál iba a ser la actitud del nuevo régimen ante la comunidad bahá’í.

En la década de 1980 las autoridades dirigían su atención a los miembros de los consejos de gobierno de la comunidad bahá’í, las llamadas Asambleas Espirituales Locales y la Asamblea Espiritual Nacional. Creían las autoridades iraníes que, descabezando al cuerpo de creyentes, los bahá’ís quedarían indefensos y descoordinados, y entonces resultaría mucho más fácil persuadirles que abandonaran su Fe.

Sin embargo, cada vez que una Asamblea Espiritual Local era disuelta, ya fuera por el arresto o la ejecución de sus miembros, la comunidad bahá’í reaccionaba rápidamente sustituyéndola por una nueva, que inmediatamente ocupaba el sitio de la anterior. De los más de 200 asesinados desde 1979, más de la mitad pertenecían a Asambleas Espirituales Locales, o a la Asamblea Espiritual Nacional. Casi todas las ejecuciones se llevaron a cabo por orden del Gobierno. Con un grado de cinismo que sólo es imaginable por mentes enfermas, cuando los bahá’ís eran fusilados, se exigía a las familias de las víctimas que pagasen el coste de la munición. A veces eran ejecutados sin que se diera parte a los familiares de su muerte. Aunque la mayoría murieron en la horca o fusilados después de pasar meses o incluso años en prisión, otros eran asesinados, linchados, apaleados e incluso lapidados. Los tribunales de justicia llegaban a exonerar de culpa a aquellos iraníes que hubieran matado o agredido a los bahá’ís, pues, en palabras del Fiscal General Siyyid Moussavi-Tabrizi, “el Corán reconoce como comunidades religiosas tan sólo a las Gentes del Libro. Los demás son paganos y los paganos deben ser eliminados.” Sobra decir que la Justicia negaba cualquier tipo de protección a los bahá’ís, indefensos ante ataques de cualquier tipo.

El testimonio de Olya Roohizadegan, bahá’í iraní que pasó varios meses entre 1982 y 1983 en prisión, desvela la crueldad de las torturas a las que eran sometidos los bahá’ís que estaban encarcelados antes de ser ejecutados, para forzarles a abjurar de su Fe, o a revelar los nombres de otros bahá’ís:

El día que trajeron a Túbá y a Nusrat a nuestra celda de Sepah por primera vez, Nusrat me habló sobre su detención y sus interrogatorios:"Dos días después me llamaron para interrogarme. El investigador me preguntó el nombre de los miembros de la Asamblea Espiritual Local, (…). Ya me había comprometido conmigo misma, y me negué a revelar ningún nombre. A continuación, el investigador me veló los ojos y me llevó al sótano. Allí, una guardiana me quitó parte de la ropa y luego, llevando sólo una blusa fina y un par de pantalones, me dijo que me tumbara boca abajo en una mesa de madera. Me encadenó las manos y los pies a la mesa, y gritó “ ‘Abdu’lláh, la prisionera está lista”. ‘Abdu’lláh era el guardia cuya función era azotar a los prisioneros. Bajo aquelllos dolorosos latigazos, yo gritaba el nombre de Dios; ‘Abdu’lláh se mofaba de mí, diciendo: “Si Bahá’u’lláh es la verdad, por qué no viene a rescatarte de mis manos”. Cada pocos golpes, paraba durante unos segundos y luego proseguía, para que yo sintiera el dolor más intensamente. La guardiana seguía insultándome y haciéndome comentarios groseros sobre mis actividades en la Fe, y el interrogador estaba al lado de la mesa, con mi expediente en la mano, animando a ‘Abdu’lláh a golpearme más fuerte, para que cediera y “hablara”, según decía él.Aquel día me dieron cincuenta latigazos en la espalda y otros cincuenta en las plantas de los pies. Casi me desmayé de dolor, y tenía todo el cuerpo cubierto de sangre. Tenía las piernas horriblemente hinchadas hasta las rodillas, por los golpes que me habían dado en los pies, pero los guardias me tiraron en el corredor de la cárcel, y abrieron los barrotes de la celda para que yo me arrastrara hasta entrar en ella. En aquel momento, todavía estaba en una celda normal de Sepah. Les dijeron a todas las demás presas que se mantuvieran alejadas de mí, y les advirtieron que si veían a alguien hablando conmigo o ayudándome, la torturarían también a ella."

Nusrat Yaldá’í moría ahorcada junto a otras nueve mujeres bahá’ís el 18 de junio de 1983 en la ciudad de Shiraz, acusadas de haber impartido clases de educación bahá’í a niños, el equivalente de la catequesis que se lleva a cabo en cualquier comunidad católica. El asesinato de estas diez mujeres, de edades comprendidas entre los 17 y los 57 años, causó gran conmoción ante la comunidad internacional. Todas ellas habían permanecido en prisión durante varios meses y sufrieron severas torturas que dejaron heridas que en el depósito de cadáveres aún eran visibles. “…fueron ahorcadas una a una, primero las señoras, luego las jóvenes, mientras las demás eran obligadas a observar, con la esperanza de que ello las induciría a renegar de su fe. Incluso les encarecimos a que simplemente dijeran que no eran bahá’ís, pero ninguna se plegó; preferían ser ejecutadas.” Estas eran las palabras de un testigo que presenció los ahorcamientos.

La diferencia principal de estas torturas con aquellas que segaron la vida de miles de bahá’ís durante los pogromos del siglo XIX es que las torturas infligidas a Nusrat y a sus nueve compañeras de celda no sólo eran físicas, sino también psicológicas.

La última muerte de un bahá’í bajo custodia del gobierno del gobierno Iraní tuvo lugar el 15 de diciembre de 2005 en la ciudad de Yazd. Dhabíu’lláh Maramí había sido condenado a muerte en 1995, pero en 1999 la pena fue conmutada por cadena perpetua. Aunque fuentes gubernamentales han declarado que el Sr. Mahrami fue acusado de ser espía de Israel, actas judiciales indican claramente que fue juzgado y condenado únicamente por “apostasía”, crimen castigado con la muerte por la ley islámica. Tenía 59 años, y murió en su celda por causas desconocidas en diciembre de 2005. Estados Unidos condenó la encarcelación y persecución del Sr. Mahrami y Adam Ereli, portavoz segundo del Departamento de Estado, declaró que el Sr. Mahrami había recibido amenazas de muerte en prisión y había sido forzado a llevar a cabo arduos trabajos físicos.

La última ejecución ocurrió en 1998, cuando el gobierno iraní ahorcó a Ruhollah Rohani en Mashad, acusado de convertir a una mujer a la Fe bahá’í, quien había afirmado que había sido bahá’í durante toda su vida. Informes aparecidos en periódicos señalaron que esa había sido la primera ejecución de un bahá’í en seis años. Asimismo, se han dictado sendas sentencias de muerte contra Sirus Zabhi-Moghaddam y Hedayat Kashefi-Najabadi, que aparentemente no se han ejecutado. Mientras, Ataollah Hamid Nazrizadeh, fue condenado a diez años de prisión por delitos similares planteados en las mismas circunstancias.

Hay que señalar, por último, que las autoridades siempre han procurado por todos los medios ocultar al conjunto de la población iraní la naturaleza del programa de exterminio de la comunidad bahá’í de ese país. Sin embargo, las autoridades a menudo sufrían reveses inesperados. El 14 de junio de 1981, en el funeral de siete miembros de la Asamblea Espiritual Local de la ciudad iraní de Hamadán que habían sido ejecutados, por cada bahá’í presente había diez musulmanes, quienes movidos por su curiosidad, solidaridad e indignación, se habían unido al numeroso cortejo. Muchos ciudadanos de Hamadán se escandalizaron y se conmovieron al saber cómo y por qué eran asesinados los bahá’ís. Y por qué las autoridades civiles y clericales les engañan acusando a los bahá’ís de apóstatas y herejes. Esta no sería la única vez en la que se daría esta situación.

[editar] Acoso y arrestos arbitrarios

En el marco de una política que busca infundir terror en la comunidad bahá’í y someterla a una constante opresión, desde el desencadenamiento de la Revolución, los bahá’ís han sufrido todos estos años arrestos arbitrarios y un hostigamiento persistente y otras formas de intimidación y discriminación.

En 1986, unos 750 bahá’ís se encontraban en prisión, a la mayoría de los cuales no se le había sometido a juicio. La presión de la comunidad internacional ha conseguido frenar parcialmente las encarcelaciones y arrestos, y casi todos fueron liberados gradualmente. A pesar de todo, los prendimientos y encarcelamientos han continuado hasta hoy.

Según “La Cuestión Bahá’í” [2], las torturas constituían una parte rutinaria y sistemática del tratamiento a que eran sometidos los bahá’ís encarcelados, sobre todo quienes hubieran pertenecido a órganos rectores [las Asambleas Espirituales Locales y Nacional]. Según el testimonio de los supervivientes, el propósito de la tortura era siempre el mismo: forzar la retractación, o bien arrancar una confesión de haber participado en actividades conspirativas. Además de palizas y latigazos, los bahá’ís sufrían bastinado (golpes en las plantas de los pies), extracción de uñas y dientes, y privación de agua y comida durante varios días. Asimismo, eran sometidos a torturas psicológicas, que incluían ejecuciones simuladas y presenciar torturas infligidas a familiares y amigos. Los bahá’ís que fallecían en prisión recibían sepultura sin que sus familias pudieran verlo.

En “La Cuestión Bahá’í” se puede leer que, en 2002, 17 jóvenes que participaban en un campamento sufrieron arresto e interrogatorio, y al año siguiente, 23 bahá’ís de 18 localidades eran arrestados y mantenidos en prisión durante períodos cortos de tiempo. Tras ser interrogados por sus creencias, fueron puestos en libertad.

A finales de 2004 y a principios de 2005, varios bahá’ís eran arrestados e interrogados, y algunos fueron apaleados en sus hogares, al tiempo que un negocio de propiedad bahá’í era incendiado y un cementerio, también bahá’í, profanado.

En 2005, se deterioraba aún más la situación de la comunidad bahá’í. La persecución se ha recrudecido, con arrestos y encarcelaciones en masa, tal y como acredita la carta confidencial de octubre de 2005, puesta al descubierto por la Alta Representante de Naciones Unidas, Asmá Jahangir, que indica que la represión ha entrado en una nueva fase.

Ese año, Diane Alai, representante de la Comunidad Internacional Bahá’í ante la Oficina de Naciones Unidos en Ginebra relataba cómo el estallido [de violencia] más preocupante tuvo lugar en Yazd, donde las casas de algunos bahá’ís fueron asaltados y sus propietarios golpeados, la tienda de un bahá’í fue incendiada y otros bahá’ís fueron hostigados y amenazados; todos estos actos fueron seguidos de una serie de arrestos y encarcelamientos por periodos breves. El cementerio bahá’í de Yazd fue destruido: automóviles sobre las tumbas, lápidas destrozadas, quedando expuestos al aire los restos de los inhumados.[3]

En los meses de marzo, abril y mayo de 2005, treinta y cinco bahá’ís fueron detenidos y encarcelados durante periodos que oscilaron entre una semana y tres meses, en las ciudades de Teherán, Shiraz, Semnan y Kata, después de haber sido sorprendidos en sus hogares y haber sido confiscadas sus posesiones. Fue una redada en la que la mayoría de los bahá’ís fueron detenidos arbitrariamente, sin que se formulasen cargos en su contra. Dos de ellos fueron arrestado por distribuir la carta abierta que la Comunidad Bahá’í de Irán dirigió al Presidente Jatamí. Según “La Cuestión Bahá’í”, algunos prisioneros quedaron incomunicados, en emplazamientos desconocidos, en tanto que sus familiares emprendían búsquedas desesperadas para dar con su paradero. La mayoría fueron liberados después de depositar, a modo de fianza, sumas considerables de dinero, títulos de propiedad o licencias de negocio”. Por otra parte, muchos de los hogares de los arrestados fueron registrados, y se requisaron documentos y equipos informáticos.

Bani Dugal, representante de la Comunidad Internacional Bahá’í ante Naciones Unidas, señaló que unos sesenta bahá’ís fueron “sometidos a diversas formas de arrestos arbitrarios, detenciones y encarcelamientos”. [4]

El 19 de mayo de 2006, oficiales iraníes arrestaron a cincuenta y cuatro bahá’ís en la ciudad de Shiraz, según la Comunidad Internacional Bahá’í. El grupo, en el momento de la detención, estaba ocupado en una actividad de voluntariado dirigida por una ONG local, impartiendo clases a niños desfavorecidos. Los jóvenes tenían en su haber una autorización del Consejo Islámico de Shiraz para llevar a cabo el proyecto de servicio. La naturaleza de las acusaciones contra los bahá’ís es aún desconocida, así como las condiciones en las que se mantuvieron a los presos.

Los arrestos coincidieron con redadas en seis casas de bahá’ís, en las cuales se confiscaron cuadernos, ordenadores, libros y otros documentos, según una noticia aparecida en el Bahá’í World News Service. El artículo indicaba además, que desde enero de 2006, aparte de los 54 arrestados ya mencionados, siete bahá’ís habían sido detenidos y encarcelados por períodos de hasta un mes, en Kermanshah, Isfahán, y Teherán. [5]

El mismo día de las detenciones, un bahá’í, menor de 15 años, fue puesto en libertad sin necesidad de depositar fianza, y otros jóvenes no bahá’ís que fueron arrestados junto con los bahá’ís fueron igualmente liberados sin tener que pagar fianza.

El 24 de mayo, catorce bahá’ís fueron liberados. A cada uno de los ellos se le exigió que depositaran como fianza escrituras de propiedad por valor de diez millones de tumanes (unos 11.000 dólares americanos). Al día siguiente, jueves 25 de mayo, treinta y seis bahá’ís fueron puestos en libertad, unos lo fueron bajo garantías personales, y otros tras el depósito de permisos de trabajo en el juzgado como aval de que aparecerán cuando sean citados a juicio.

Los otros tres bahá’ís que permanecían en prisión tras la excarcelación del resto de los detenidos, fueron liberados el 14 de junio. Aunque inicialmente el juez les exigió una fianza de 54.000 dólares, los tres fueron excarcelados sin depositar fianza alguna, pero bajo la promesa de que volverán a comparecer ante el tribunal. No pesa sobre ellos acusación oficial alguna. [6]

Asimismo, en junio de 2006 algunos bahá’ís fueron arrestados en Shíraz y Hamacan, y mantenidos en prisión durante algunas semanas. La mayoría han sido liberados bajo alguna garantía. Aún no se ha sabe cuándo se celebrarán los juicios contra 130 bahá'ís en toda Irán. [7]

Según 'Voice of America', el Relator Especial de Naciones Unidas para la Vivienda Adecuada señaló a finales de junio de 2006 que "en los últimos dos años, ha aumentado el número de líderes bahá'ís o de personas destacadas que han sido arrestadas sin acusación alguna, y después puestas en libertad bajo depósito de una elevada fianza". "La única manera de depositar una fianza es dejar su propiedad como aval. Este parece ser un método más de expropiación".

[editar] Confiscaciones

Cuando estalló la Revolución islámica en 1978, los hogares de miles de bahá’ís fueron saqueados e incendiados por turbas incitadas por fanáticos clérigos. En los primeros años de la década de los ochenta, fue el propio gobierno quien dirigió de manera más sistemática las requisas de las propiedades de los bahá’ís: hogares, tiendas, granjas, edificios, cementerios, etc. Nunca, ni siquiera antes de la Revolución, se permitió a la comunidad bahá’í registrar propiedades en su nombre.

En los últimos años, han aumentado los casos de confiscaciones de propiedades de titularidad bahá’í en Teherán y otras ciudades del país. Un informe presentado el 29 de junio de 2006 por Miloon Kothari, Relator Especial de Naciones Unidas para la Vivienda Adecuada, indica que los bahá’ís sufren políticas de vivienda discriminatorias, entre ellas, "confiscaciones de propiedad abusivas". Según el señor Kothari, al menos 640 propiedades bahá’ís han sido decomisadas desde 1980. "Las propiedades enumeradas incluyen hogares y terrenos agrícolas, y lugares sagrados bahá'ís, como cementerios y santuarios," dijo el señor Kothari. "Suponemos que a los propietarios afectados no se les ha concedido la oportunidad de participar en los trámites de la confiscaciones ni de recibir información previa en relación con éstas".

Señaló el Relator que las confiscaciones eran llevadas a cabo por los tribunales revolucionarios iraníes, y que algunas de las sentencias que examinó declaraban que la confiscación de la propiedad de la 'perversa secta de los bahá'í ' era jurídica y religiosamente justificable". Según “La Cuestión Bahá’í”, tales veredictos demuestran que las autoridades iraníes siguen considerando que la Fe bahá’í es un movimiento ilegal; y legitiman, a través de los tribunales, las violaciones cometidas contra los derechos de los ciudadanos iraníes que son miembros de la comunidad bahá’í.

Dijo el Relator que en las zonas rurales, dichas confiscaciones a menudo venían acompañadas de amenazas y de compulsión física antes y durante los desalojos forzados. El señor Khotari aseguró estar "preocupado ante la evidente conducta discriminatoria con respecto a la propiedad bahá'í, incluyendo las viviendas".

Desafortunadamente, lo que el señor Khotari ha podido documentar ha constituido un problema constante para los bahá'ís iraníes, dijo la señora Alai. La confiscación de las propiedades, junto con la negación del acceso a la formación universitaria, la discriminación en el lugar de trabajo, y la tajante prohibición a los bahá’ís de organizar actividades religiosas, reflejan la campaña gubernamental llevada a gran escala por el gobierno para estrangular paulatinamente a la comunidad bahá'í en Irán al tiempo que busca eludir la condena internacional.[8]

[editar] Control de las actividades de la Fe bahá’í

Una carta confidencial con fecha de 29 de octubre de 2005, del Presidente del Centro de Mando de las Fuerzas Armadas de Irán, declaraba que el Guía Supremo de Irán, el Ayatolá Jamenei, había cursado instrucciones al Centro de Mando para que identificara a los seguidores de la Fe bahá’í, vigilara sus actividades y recopilase cualquier tipo de información sobre los miembros de la Fe bahá’í. La carta fue remitida al Ministerio de Información, a la Guardia Revolucionaria y a la Policía. El documento salio a la luz pública en un comunicado de prensa, fechado el 20 de marzo de 2006, de Asma Jahangir, la Relatora Especial de Naciones Unidas para la Libertad de Religión o Conciencia [9].

En el comunicado de prensa [10], la Relatora reconoce estar “seriamente preocupada con la información que ha recibido con respecto al trato que reciben los miembros de la comunidad bahá’í en Irán”. La señora Jahangir prosigue:

La Relatora manifiesta su aprensión con la iniciativa de vigilar las actividades de las personas sencillamente por profesar una religión diferente de la religión oficial. Considera que semejante control constituye una injerencia inaceptable e inadmisible en los derechos de los miembros de las minorías religiosas. Asimismo, expresa su inquietud con el hecho de que la información recopilada como resultado de dicho control pueda dar pie a una mayor persecución y discriminación de los miembros de la Fe bahá’í en Irán, en contravención de los criterios internacionales. La Relatora Especial para la Libertad de Religión o Conciencia ha seguido de cerca el trato de las minorías religiosas en Irán, y lleva tiempo preocupada con la discriminación sistemática de la comunidad bahá’í en ese país. Desde que asumió el puesto en julio de 2004, la Relatora ha mediado con el gobierno en varias ocasiones respecto al trato de la comunidad bahá’í. La Relatora está preocupada con el reciente deterioro de la situación de las minorías religiosas en Irán, manifestado en los últimos acontecimientos.

La reacción de la Comunidad Internacional Bahá'í [11] ante el informe de la Relatora Especial quedó plasmada en la declaración de la Representante de la Comunidad Internacional Bahá'í que puede encontrarse en: [12]

[editar] Educación

Desde 1981, los jóvenes bahá’ís tienen denegado el acceso a las instituciones de formación superior de Irán, a menos que se identifiquen en los exámenes de acceso a la universidad como seguidores de una de las cuatro religiones por el Estado. El gobierno iraní ha declarado que si los bahá’ís se identifican como musulmanes en los exámenes, se les permitirá matricularse, pero los bahá’ís, en virtud de sus principios, se niegan a disimular sus creencias.

En lo que el diario norteamericano The New York Times denominó “un acto minucioso de preservación de la comunidad”, la comunidad bahá’í estableció en 1987 su propio programa de enseñanza superior a fin de satisfacer las necesidades educativas de jóvenes. El programa evolucionó con los años hasta convertirse en toda una universidad, conocida como el Instituto Bahá’í de Enseñanza Superior (IBES) [13]. Contaba con unos novecientos alumnos matriculados y las clases se impartían, al principio por correspondencia, y posteriormente en viviendas particulares, aunque también tenían algunas aulas, laboratorios y bibliotecas. Gracias al considerable nivel académico y la calidad de la enseñanza del Instituto, algunos estudiantes fueron admitidos en cursos de postgrado en prestigiosas universidades de Canadá y Estados Unidos y se alcanzó un reconocimiento de las titulaciones otorgadas por el IBES en algunas universidades extranjeras.

A finales de septiembre y comienzos de octubre de 1998, las autoridades iraníes desmantelaron la institución, arrestando a treinta y seis profesores del IBES (profesores bahá’ís que habían sido despedidos tras la Revolución) y demás miembros del personal, y la confiscación de libros y equipos informáticos. A pesar de ello las clases del IBES continuaron celebrándose de forma más aislada los años siguientes, pero en 2001 y 2002, hubo nuevas redadas e incautaciones.

Hasta el año 2003, los jóvenes iraníes que desearan realizar los exámenes de ingreso a la universidad pública debían de rellenar un impreso de solicitud en el que se preguntaba a los interesados por su religión. Sólo eran admitidos aquellos impresos que reflejaran que el solicitante pertenecía a una de las cuatro religiones reconocidas oficialmente: la islámica, el judaísmo, el cristianismo, y el zoroastrianismo.

No obstante, en 2003, ante las presiones de Naciones Unidas, el Gobierno anunció que eliminaría esa pregunta de los impresos, lo que resucitó las esperanzas de los jóvenes bahá’ís. Como siempre, las autoridades decían que si se declaraban musulmanes, se les permitiría matricularse, pero a ninguno de estos casi mil jóvenes deseosos de recibir una educación universitaria, no se les pasaría por la cabeza mentir o disimular sus creencias.

En los exámenes de ingreso de 2004, se les exigió a los estudiantes que se sometiesen a un examen de religión, prueba en la que tenían que optar por una de las cuatro religiones reconocidas en Irán. La mayoría de los estudiantes bahá’ís seleccionaron obviamente el Islam, con las enseñanzas de la cual, por tratarse de la religión mayoritaria en su país, estaban mejor familiarizados. Sin embargo, las esperanzas de los jóvenes bahá’ís se vieron frustradas al ver que, cuando salieron los resultados de los exámenes, en estos figuraba que la religión de los candidatos era el Islam.

A las lógicas quejas de los bahá’ís se respondió cínicamente que el hecho de haber escogido el Islam como materia de examen suponía una declaración de fe en el Islam. Las reiteradas protestas de los jóvenes ante la Organización Nacional de Evaluación y Medición Educativa se tradujeron en la admisión de diez de los 800 que habían reclamado que se corrigiera su religión en los impresos, quienes, en solidaridad con sus compañeros, rechazaron la matrícula en la universidad. Si bien numerosos estudiantes bahá’ís habían obtenido calificaciones muy superiores a las de sus compañeros, en el curso 2004-2005 los jóvenes se vieron privados una vez más de su derecho a la educación universitaria.

En 2005, ocurrió exactamente lo mismo que el año anterior. Esta estrategia del gobierno iraní persigue tres objetivos:

1. Desmoralizar a los jóvenes bahá’ís iraníes para inducirles a abandonar el país en busca de una formación en el exterior.

2. Identificar con precisión a los jóvenes bahá’ís con calificaciones académicas sobresalientes, que en un futuro puedan ayudar a la comunidad bahá’í a salir adelante.

3. Poder declarar ante las organizaciones internacionales pro derechos humanos que les han brindado a los bahá’ís la oportunidad de matricularse en la universidad, pero que ellos mismos la han rechazado.

La política del gobierno iraní demuestra que el memorándum Golpaygani permanece actualmente vigente (Deben ser expulsados de las universidades, ya sea durante los trámites de la matrícula, o en el curso de sus estudios tan pronto como se compruebe que son bahá’ís, afirma éste).

Según reza el documento “Cerrado el Paso” [14], editado por la Comunidad Internacional Bahá’í, los esfuerzos del gobierno iraní por denegar a los bahá’ís el derecho a la educación sólo admiten verse como un esfuerzo coordinado por extirpar a la comunidad bahá’í, como grupo factible, del seno de la sociedad iraní. Se trata de una medida más, en definitiva, de frenar el progreso de la comunidad bahá’í: dada la tremenda importancia que reviste el poseer un título académico para encontrar un empleo estable, al privarles de su formación superior, a estos jóvenes se les está negando deliberadamente su futuro sustento económico.

Veinticinco años de denegación del derecho a la educación, recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la que Irán es signatario, han ido dejando sus secuelas en toda una generación de jóvenes bahá’ís, que han visto como se han ido deteriorando sus niveles educativos.

El columnista iraní Iqbal Latif ha calificado la denegación del acceso a la educación universitaria a la que están sujetos los bahá’ís de “limpieza intelectual de sus hermanos étnicos por un régimen dominado por el clero”.

Desde 1981, también cientos de niños y adolescentes bahá’is eran expulsados de las escuelas primarias y secundarias; sin embargo, en 1990 y en parte antes las protestas internacionales, se les permitió de nuevo matricularse. Con anterioridad, las cincuenta escuelas bahá’ís que funcionaban en todo el país habían sido clausuradas.

No hay que olvidar el énfasis que ponen los Escritos bahá’ís en el valor de la educación. Considerad al hombre como una mina, rica en gemas de valor inestimable. Solamente la educación puede hacerle revelar sus tesoros y permitir a la humanidad beneficiarse de estos, escribió Bahá’u’lláh. De ahí el clamor de tantos y tantos jóvenes en Irán por que se les respeto su derecho a la educación.

[editar] Destrucción de lugares sagrados

La destrucción de lugares sagrados bahá’ís, patrimonio histórico y cultural de la nación iraní, demuestra hasta qué punto está dispuesto a llegar el Gobierno iraní para borrar la cultura bahá’í de la memoria contemporánea, incluso si ello significa destruir monumentos y edificios de importancia histórica para el conjunto de la sociedad.

En los albores de la Revolución Islámica de 1979, la Casa del Báb en Shiraz era derribada. Tras ser atacado y sufrir graves daños, en 1942 y 1955, el hogar donde nació la Revelación babí, pudo ser reconstruido. Sin embargo, en 1979, el Gobierno, los Guardianes de la Revolución y el clero se unieron para lograr sus propósitos, y entre septiembre y noviembre arrasaron por completo la casa, a pesar de las protestas elevadas ante el Gobierno por la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís de Irán. Antes de acometer su destrucción, los Guardianes se habían apoderado de la Casa del Báb, según ellos, para ‘protegerla’, y entraron en el edificio en busca de objetos de valor. Posteriormente, con la ayuda de algunos ayatolás, consiguieron expulsar violentamente a algunos bahá’ís que se habían instalado en las proximidades de la Casa con el fin de evitar un posible ataque al edificio.

La Casa del Báb era el santuario bahá’í más sagrado de Irán y uno de los lugares más sagrados del mundo bahá’í. En el lugar donde se levantaba, se ha erigido la llamada Mezquita del Mahdí (curiosamente, según los bahá’ís, el Báb encarna la figura del Mahdí, es decir, el Duodécimo Imam esperado por el Islam shí’í). Se conservan los planos de la casa, con lo que es de suponer que en el futuro será reconstruida.

En abril de 2004, las autoridades demolieron el sepulcro y la tumba de Muhammad-Ali-i-Barfurushi (Quddús), un destacado seguidor del Báb, situada en la ciudad de Babol.

En junio del mismo año, la casa de Teherán de Mirza Buzurg-i-Nurí, padre de Bahá’u’lláh, era destruida. Según “La Cuestión Bahá’í”, la casa de Mírzá Abbas Nuri, renombrado calígrafo del s. XVIII, era una obra maestra de la arquitectura islámica. Situada en Teherán, caracterizada por un frondoso pórtico, por un patio ajardinado y por su primorosa labor de azulejería, figuraba entre las mansiones más bellas de la época. La demolición de la casa de Mírzá Abbas Nur en junio de 2004 refleja la disposición del gobierno iraní de destruir su propia herencia cultural con tal de erradicar la Fe bahá’í de Irán. Que el gobierno iraní estuviera dispuesto a destruir parte de su propio patrimonio cultural dice mucho acerca del estado actual de la campaña que desde hace veinticinco años sostiene el Estado iraní para erradicar a la comunidad bahá’í integrada por 300.000 creyentes.

En 1993, un cementerio bahá’í de Teherán fue arrasado para construir un centro municipal. A los bahá’ís se les cedió un terreno baldío a las afueras de la ciudad para el entierro de sus muertos. Muchos otros cementerios bahá’ís en todo el país han sido arrasados y sus tumbas profanadas.

[editar] Discriminación por parte de la Justicia

Un reciente caso dirimido en los tribunales revela la indefensión jurídica sufrida por los bahá’ís iraníes. Doce miembros de una familia demandaron a un individuo acusado de asesinar a un familiar de aquéllos, que era bahá’í. El tribunal reconoció el delito como “cuasi-intencionado”, con lo que condenaba al acusado a cuatro meses de cárcel. La pena era evidentemente mínima, dadas las circunstancias del delito, de la que además el acusado quedaba exento al darse dicho plazo por cumplido. Tras llamar ‘secta perversa’ e ‘infieles’ a los bahá’ís, el tribunal concluía que no podían recibir compensación económica en los casos de homicidio, por lo que la sentencia no iba acompañada de resarcimiento económico. Según La Cuestión Bahá’í, el veredicto, alarmante, puede incitar a los musulmanes a creer que pueden asesinar impunemente a los bahá’ís de Irán.

[editar] Medidas económicas y sociales

En la década de los 80, más de 10.000 bahá’ís de toda Irán fueron despedidos de sus puestos en la Administración y en el ámbito educativo. Por decreto oficial, se prohibió a los estudiantes y profesores bahá’ís su acceso o ejercicio de su profesión en las universidades públicas del país. A los trabajadores bahá’ís les negaron los subsidios de desempleo, las pensiones de jubilación, e incluso, a algunos se les pidió que devolviesen sus salarios antes de ser despedidos, quimérica exigencia que resultó para muchos irrealizable, por lo que fueron encarcelados.

Sin embargo, no era la primera vez que el Gobierno de esa nación tomaba medidas para acorralar económica y socialmente a los bahá’ís. En 1983, se prohibieron las publicaciones bahá’ís, los matrimonios bahá’ís dejaron de ser reconocidos y los funcionarios públicos que profesaban la Fe bahá’í fueron despedidos.

Aún hoy a muchos bahá’ís se les niega cualquier subsidio o empleo, ya sea público o privado. Estas privaciones, junto con las confiscaciones de hogares y propiedades, responden a los esfuerzos del Gobierno iraní por sumir en la pobreza a la comunidad bahá’í.

En cuanto al sector privado, el ejecutivo solía intervenir forzando a los propietarios de las empresas a despedir a sus trabajadores bahá’ís. Y cuando se trataba de compañías o de negocios de titularidad bahá’í, las autoridades hacían todo lo posible por entorpecer sus actividades comerciales, o bien, requisaban sus comercios. Sus cuentas bancarias quedaron congeladas y sus licencias de comercio revocadas.

Un caso que ilustra esta situación es el de una bahá’í iraní, que fue despedida de la Compañía Nacional Iraní del Petróleo en mayo de 1982 por su pertenencia a "la engañosa secta del bahá’ísmo", tal como reza el documento oficial en el que se le comunica su baja. Funcionarios del Gobierno habían obligado al director de la empresa a que destituyese, en contra de su voluntad, a su empleada bahá’í. En 2003, una compañía cuyo propietario es un ingeniero bahá’í de Isfahán, y que cuenta con una plantilla de ciento veinte trabajadores, la mayoría de los cuales son bahá’ís, era el blanco de un memorándum oficial que declaraba que el vínculo entre la compañía y "la perversa secta bahá’í ha quedado establecido como cierto; por tanto, se recomienda que se adopten medidas para impedir cualquier colaboración con la mencionada firma."

La Oficina General de Finanzas, en una carta fechada el 17 de diciembre de 2003, declaraba que a los trabajadores expulsados por su pertenencia a la perversa secta bahá’í no se les permitía cobrar pensiones por desempleo. En otros casos se ha llegado a declarar “ilegal” el pago de la pensión a las personas “relacionadas con la secta bahá’í”.

La Organización Internacional del Trabajo hizo público en la Conferencia sobre Convenciones y Recomendaciones, celebrada en junio de 2003, un informe en el que expresaba su preocupación ante las barreras que han de sortear los bahá’ís en Irán para acceder al empleo y a la formación universitaria.

Hay que subrayar la tremenda importancia que reviste el ejercicio de una ocupación en la Fe bahá’í. Para sus seguidores, el trabajo no constituye simplemente una fuente de ingresos, sino que además, cuando es ejercido con devoción, es una forma de adoración a Dios. Por tanto, las consecuencias de esta privación transcienden el plano de lo estrictamente económico.

Todas estas medidas apuntan al mismo sitio: denegar a los bahá’ís su derecho a disfrutar de una educación, puesto de trabajo o vivienda, con la intención de obligarles a abandonar su fe.

[editar] Ataques de los medios de comunicación

En los últimos meses de 2005, diarios y radios iraníes llevaron a cabo una intensiva campaña difamatoria de la Fe bahá’í. En Khayan, un influyente periódico estatal, cuyo editor general es nombrado por el Supremo Líder de Irán, el Ayatolá Khamenei, aparecieron casi cuarenta artículos difamatorios de la Fe. Los escritos, que se valen de documentos históricos falsos, se dedicaban a distorsionar la historia con el fin de describir falazmente los principios morales bahá’ís de manera tal que resultaran ofensivos para los musulmanes, y así avivar los sentimientos de sospecha, desconfianza y animosidad hacia los miembros de la comunidad bahá’í en Irán.

Con base en datos históricos, los artículos afirman que la religión fue inventada e implantada por potencias coloniales para subvertir al Islam y someter a los pueblos musulmanes de Irán. Recurren a materiales históricos falsos, como las memorias del Príncipe Dolgorouki, ministro ruso decimonónico de Teherán, para fundamentar sus pretensiones; sin embargo, las memorias, que fueron publicadas en 1937, hace tiempo que se han mostrado como falsificaciones. Los artículos mantienen igualmente que el Báb, una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, fue educado conjuntamente por los judíos y por el gobierno ruso, si bien se tiene certeza de la aversión de éste para con los judíos.

Resumen de los artículos de Khayan: [15]


[editar] La respuesta internacional

[editar] Declaraciones de Naciones Unidas

Desde 1980, la Organización de Naciones Unidas ha elaborado informes relativos a la situación de la minoría religiosa bahá’í de Irán. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, ha aprobado resoluciones anualmente, desde 1982 hasta 2005 -salvo en 2002-, en las que expresa su preocupación ante las violaciones de los derechos de los bahá’ís en Irán; veinte en total. La propia Asamblea General ha aprobado dieciocho resoluciones desde 1985, la última en noviembre de 2005.

Las resoluciones han instado a Irán a que pongan fin a las violaciones dirigidas contra los bahá’ís y a que cumpla los diversos convenios internacionales firmados por el régimen de los ayatolás. También llaman a la ‘emancipación’ de los bahá’ís en Irán.

Las investigaciones sobre la situación de los derechos humanos en Irán llevadas a cabo desde 1984 hasta 2002 por los Representantes Especiales de la Comisión de Derechos Humanos, Reynaldo Galindo Pohl, Maurice Copithorne y Andrés Aguilar, han resultado muy valiosas en cuanto que, según La Cuestión Bahá’í, han dado cuenta por extenso sobre la naturaleza real y grave de la persecución que padecían los bahá’ís iraníes, lo que ha otorgado una credibilidad impecable al caso bahá’í”.

No menos encomiable ha sido la labor de la actual Relatora Especial de Naciones Unidas para la Libertad de Religión o Conciencia, Asma Jahangir, gracias a la cual salieron a la luz las recientes intenciones del Gobierno de Irán de vigilar a los bahá’ís y sus actividades, detalladas en el informe de la Relatora hecho público en marzo de 2006.

Desde la década de 1990 , los informes realizados por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, han recogido el temor de éste por la situación de amenaza en la que viven los miembros de la comunidad bahá’í. Así, pueden leerse estas citas en los siguientes informes de la Comisión:

• 1995: La existencia de la comunidad bahá’í como comunidad religiosa con cabida dentro de la República de Irán está amenazada.

• 1997: Las serias contravenciones de los derechos humanos en la República Islámica de Irán.

• 1999: Las inagotables y, en ciertas ocasiones, endurecidas fórmulas de persecución de los bahá’ís, mediante sentencias de muerte, ejecuciones, arrestos y la clausura del Instituto Bahá’í de Enseñanza Superior.

• 2000: La incesante persecución de los bahá’ís.

• 2001: Su preocupación [de la Comisión] ante la continuada discriminación de las personas pertenecientes a minorías, y en particular de los bahá’ís. • 2004: La Comisión ha advertido prácticas discriminatorias de los miembros la Fe bahá’í en el ámbito de la educación; el Gobierno no suministra información actualizada acerca de la situación de los bahá’ís en términos de acceso a la universidad y a institutos de formación superior.

• Enero de 2004: La situación de los bahá’ís es asimismo un motivo de preocupación para el Relator Especial. A los miembros de la comunidad no se les permite identificarse como bahá’ís. Miembros de la comunidad son hostigados y arrestados frecuentemente, y en ocasiones, condenados a largos períodos de encarcelamiento, bien por apostasía o por su relación con las instituciones bahá’ís.

• Marzo de 2005: Sujetos en la ciudad de Babol han comenzado a destruir una propiedad que reviste gran importancia religiosa para la comunidad bahá’í en todo el mundo… A pesar de las tentativas de proteger el lugar, se ha descubierto que la demolición del resto de la estructura continuó paulatina y sigilosamente, de modo tal que no llamase la atención… la discriminación denunciada padecida por ciertas minorías, incluidos los bahá’ís, a quienes se les deniegan algunos derechos...

• Marzo de 2005: Sigue preocupada [la Comisión] ante informes que revelan que estas minorías, y en particular la comunidad bahá’í, están sujetas al acoso, intimidación y aprisionamiento a causa de sus creencias religiosas.

• Julio de 2005: La información recopilada por la Relatora Especial parece indicar la existencia de una serie de casos de confiscación de la propiedad bahá’í.

• En la última resolución en favor de los bahá’ís aprobada por la Asamblea General de la ONU, en noviembre de 2005, Naciones Unidas expresa su grave preocupación por: "…la intensificación y el aumento de los casos de discriminación y de otras violaciones de los derechos humanos de los bahá’ís, mediante arrestos y detenciones arbitrarias, la privación de la libertad de religión o de administrar abiertamente los asuntos de la comunidad, la indiferencia ante los derechos de propiedad, la destrucción de lugares de importancia religiosa, la suspensión de las actividades sociales, educativas y relacionadas con la comunidad, así como la negación del acceso a la formación superior, al empleo, a las pensiones, a la vivienda adecuada y a otras prestaciones…" A rasgos generales, la ONU insta al Gobierno iraní a que asegure la igualdad de todos ante la ley, a eliminar toda forma de discriminación, ya sea por razones religiosas, étnicas o lingüísticas, a poner fin a las violaciones de los derechos de las minorías, y a garantizar la libertad de pensamiento, consciencia, religión o creencia. [16]

[editar] Declaraciones de Amnistía Internacional

Amnistía Internacional y otras ONGs, como Minority Rights Group y Middle East Watch, también han seguido de cerca la situación de los bahá’ís en Irán, y han documentado las persecuciones. Algunos de sus informes recogen afirmaciones como las siguientes:

• 1993: En Irán, persisten las graves violaciones de los derechos humanos. El blanco [de las violaciones] son oponentes políticos reales o imaginarios, junto con minorías religiosas como la bahá’í.

• 1996: Al menos 201 [bahá’ís] han sido ejecutados, la mayoría de los cuales durante la década de 1980, según parece, en relación con sus creencias religiosas. Se les prohíbe reunirse, celebrar ceremonias religiosas, o practicar su religión en comunidad. Se han confiscado y clausurado edificios, lugares y centros bahá’ís, así como la propiedad privada y comercial de algunos bahá’ís. Los bahá’ís han sido despedidos de los cargos públicos y expulsados de las escuelas.

• 1998: Amnistía Internacional condena sin reservas la ejecución de Rouhullah Rouhani, y teme que fuera ejecutado por la expresión pacífica de sus creencias. Amnistía Internacional está al tanto de siete casos de prisioneros bahá’ís que han sido condenados a muerte, y exige la conmutación sin más dilación de estas y otras sentencias de muerte.

• 2006: [17]

[editar] Declaraciones de la Unión Europea

En el Informe Anual sobre Derechos Humanos de la Unión Europea de 2004 se puede leer lo siguiente:

No hay indicios de mejora en las áreas claves de preocupación. Persiste la inquietud ante la destrucción de un lugar sagrado bahá’í en Babol y la negativa de las autoridades de volver a inhumar los restos que contiene.

Posteriormente, en octubre de 2005, Jan Figel, en una intervención en el Parlamento Europeo en nombre del Comisionado Europeo para la Educación, la Formación, la Cultura y el Multilingüismo, dijo que "la situación real de los derechos humanos en Irán constituye un fuente de creciente preocupación. De igual forma, han surgido recientemente otros serios motivos de preocupación: ...el arresto de miembros de la Fe bahá’í."

[editar] Proposición no de ley del Parlamento español

El 21 de junio de 2006, todos los partidos políticos la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados aprobaron unánimemente una proposición no de ley en la que condenan la persecución de la comunidad baha’í en Irán y solicitan al Gobierno que exprese al régimen de los ayatolás su preocupación por este hecho.

Según una nota de prensa aparecida ese mismo día en Europa Press, en el texto, "los grupos de la Cámara Baja instan al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero a manifestar el derecho a la libertad religiosa de los baha’ís de Irán y a expresar su preocupación por las detenciones y arrestos arbitrarios sufridos por los miembros de esta comunidad en territorio iraní."

La declaración institucional es el reflejo de la labor que los miembros de la comunidad bahá’í de España han llevado a cabo en los últimos meses, afanándose en informar a los parlamentarios de sus respectivas provincias acerca del reciente recrudecimiento de la persecución de los bahá’ís en Irán.

Una semana más tarde, el Parlamento autonómico del País Vasco consensuó una declaración institucional, en términos similares a la aprobada en el Congreso de los Diputados.

[editar] Declaraciones del Legislativo y del Ejecutivo estadounidenses

La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha condenado en diversas ocasiones la represión de la comunidad bahá’í iraní. En 1982, 1984, 1988, 1990, 1992, 1994, 1996, y 2000 se han aprobado resoluciones por medio de las que reprueba la persecución de la comunidad bahá’í de Irán por motivos religiosos y mantiene que el Gobierno iraní es responsable de defender los derechos de todos los ciudadanos, los miembros de la Fe bahá’í incluidos.

En su última resolución, fechada el 24 de mayo de 2006, la Cámara de Representantes, con la aprobación del Senado, condena al Gobierno iraní por la carta confidencial del 29 de octubre de 2005 (ver más arriba) y exige el cese inmediato de las actividades represivas de la comunidad bahá’í. También le pide al Presidente que exija la emancipación de la comunidad bahá’í de Irán y que inicie diálogos con otros gobiernos y con la UE a fin de persuadir al Gobierno iraní para que respete los derechos humanos.

La Oficina de la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo, perteneciente al Departamento de Estado de los Estados Unidos, declaró en su Informe sobre la Libertad Religiosa Internacional de 2004 los siguientes extremos respecto a la situación de la comunidad bahá’í:

• El Gobierno acosa a la comunidad bahá’í arrestando a sus miembros arbitrariamente.

• Predomina una indiferencia generalizada ante los derechos de propiedad de los bahá’ís… el Gobierno ha confiscado una gran cantidad de sus propiedades privadas y comerciales.

• Las universidades públicas y privadas continúan denegando el ingreso a los estudiantes bahá’ís.

• Las escuelas bahá’ís oficiales no están permitidas.

En una rueda de prensa ofrecida en la Casa Blanca el 28 de marzo de 2006, un portavoz de la Casa Blanca declaró que el Presidente Bush estaba preocupado con el comunicado de la Relatora Especial de Naciones Unidas para la Libertad de Conciencia o Religión, acerca de la intensificación de la persecución de los bahá’ís en Irán. Según una noticia de Bahá’í World News Service, "el señor McClellan [el portavoz] instó al régimen de Irán que respetara la libertad religiosa de todos sus ciudadanos e indicó que el Presidente continuaría vigilante en cuanto a la situación de los bahá’ís, y emplazando a otros países de la región y a Naciones Unidas a defender los derechos de los bahá’ís y de otras minorías religiosas de Irán."


Aparte de los ya mencionados, en las últimas dos décadas, otros muchos parlamentos e instituciones han alzado su voz contra el trato que se ha dispensado a los bahá’ís en Irán y han expresado su preocupación ante el mismo: el Consejo y el Parlamento europeos, las cámaras legislativas de Australia, Brasil, Canadá, Italia, Noruega, Reino Unido, etc., además de muchos Jefes de Estado y dirigentes de gobierno.

El caso de los bahá’ís en Irán ha atraído la atención de los medios de comunicación de todo el mundo. Importantes rotativos como Le Monde, The New York Times, y The Washington Post han detallado y condenado las persecuciones. Todas estas muestras de apoyo de la comunidad internacional han evitado el genocidio de la comunidad bahá’í de Irán. Hay que hacer mención especial de las resoluciones aprobadas por Naciones Unidas, que han surtido efecto a lo largo de los años, y el Gobierno iraní ha moderado sus actuaciones, fundamentalmente tras las matanzas de la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado.

Como ya se ha indicado, la indignación de la comunidad internacional ante la nueva ola de persecuciones desatada por la Revolución, lejos de disuadirle de continuar con las persecuciones, ha inducido al régimen de los ayatolás a urdir nuevas formas de persecución más ‘sutiles’ y silenciosas, con el fin de estrangular de manera menos llamativa a la minoría religiosa más numerosa del país (ver Memorándum Golpaygani y carta confidencial del 29 de octubre de 2005).

[editar] Carta de un rabino a la comunidad judía

El 5 de junio de 2006, un rabino de Temple Solel (congregación judía reformista establecida en Estados Unidos) cursaba una carta a la comunidad judía en la que alertaba a sus correligionarios del grave peligro que se cierne sobre la comunidad bahá’í de Irán, y les instaba a que se levantaran en su defensa.

Se citan a continuación algunos párrafos de esta carta:

Las noticias de la conducta de Irán hacia los miembros de la Fe bahá’í guardan un espeluznante parecido con las Leyes de Nuremberg […] sentadas por la Alemania Nazi al comienzo del Holocausto. Al igual que las Leyes de Nuremberg, la reciente actitud del gobierno iraní para con la Fe bahá’í les prohíbe ejercer determinados puestos de trabajo, disfrutar de representación política, etc.

Así pues, aunque la Torah no mencionase nada sobre amar al extraño, aun así estaríamos obligados a levantarnos en defensa de la Causa Bahá’í por mor de la experiencia de nuestro pueblo durante el Holocausto. Todos conocemos demasiado bien el precio que se pagará si los que estamos fuera de Irán no nos levantamos para defender a las minorías allí perseguidas.

Por ello, es un honor inmenso subrayar que […], miembro judío del Congreso de California, y único superviviente del Holocausto que ha servido en la Cámara, es uno de los promotores de la Resolución 415 del Congreso [H Con Res 415], resolución que hace un llamamiento al presidente para que “pida al Gobierno de Irán que emancipe a la comunidad bahá’í, mediante la garantía de aquellos derechos avalados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por otros convenios internacionales en materia de derechos humanos”.

[editar] Respuesta del gobierno iraní

El Gobierno Iraní sostiene que los bahá’ís son unos herejes, enemigos del Estado y del Islam, partidarios del régimen Pahlaví y del gobierno del Sháh y espías contratados por los gobiernos imperialistas de Occidente. También se les acusa de haber colaborado con la SAVAK, la policía secreta del anterior régimen. El Ayatolá Jomeini, ya antes de su regreso a Irán, declaró en una entrevista que los bahá’ís eran unos traidores, sionistas, y enemigos del Islam.

El representante iraní ante Naciones Unidas ha tratado de convencer en repetidas ocasiones, aunque sin éxito, entre 1982 y 1984, al cuerpo diplomático de la ONU de que la Fe bahá’í es un movimiento político con antecedentes de activismo criminal que busca influir en el Gobierno iraní y controlarlo. Esta interpretación no describiría a los bahá’ís como una religión legítima como el judaísmo, el cristianismo o el zoroastrianismo, amparadas por la ley iraní, pues como se ha dicho anteriormente Irán no ha reconocido a la Fe bahá’í como religión.

Tomando como fundamento semejante repertorio de infundadas acusaciones, el Gobierno de Teherán pretendía hacer ver a la comunidad internacional que las ejecuciones de bahá’ís eran necesarias para el éxito de la Revolución islámica de 1979 y establecimiento de la República islámica.

[editar] Respuesta de Naciones Unidas a las acusaciones de Irán

La Organización de Naciones Unidas ha respondido a las acusaciones del gobierno iraní en un doble sentido: declarando que no se tiene evidencia de tales acusaciones y, en segundo lugar, que la comunidad bahá’í iraní es leal al Estado. La ONU hizo alusión a la enseñanza bahá’í de obediencia al gobierno del país, y señaló que cualquier implicación en actos subversivos contra el gobierno estaría en contradicción con los preceptos de la religión bahá’í. Asimismo, Naciones Unidas ha subrayado igualmente que la afirmación de la Fe bahá’í como religión por parte del gobierno iraní supondría un reconocimiento de que la libertad religiosa no afecta a todos por igual en Irán, y de que Irán no está respetando la Declaración Universal de los Derechos Humanos ni los tratados internacionales en materia de derechos humanos de los que Irán es país signatario.

[editar] Declaraciones de algunos escritores y académicos iraníes

Entre los iraníes predominan unas ideas generalizadas que se siguen de las declaraciones del gobierno iraní de que los bahá’ís son enemigos del Estado y partidarios del anterior gobierno del Shah:

• Por real que sea la verdad a nadie importa un comino lo que le ocurra a los bahá’ís. (Iqbal Latif en The Iranian, 5 de agosto de 2002)

• Estoy sencillamente hipnotizado con el hecho de que en realidad, nosotros -casi todos los iraníes no bahá’ís-, no consideremos iraníes a los bahá’ís. Los vemos como hijos bastardos del colonialismo británico que persiguen la destrucción del Islam, y concretamente del Islam Shí’í. Ni tan siquiera son ‘otros’ iraníes. Los consideramos como algo aparte. O quizá simplemente no los veamos. ( Jahanshah Javid, en The Iranian, 3 de julio de 2002)

• Aunque aplaudidos por su contribución y desarrollo del pensamiento iraní, y aun a pesar de participar en debates sobre la validez de sus creencias, se considera que prestan lealtades sospechosas a imperialistas foráneos y ‘agentes sionistas’. ( Jahanshah Javid, en The Iranian, 3 de julio de 2002)

• Una idea generalizada entre los iraníes musulmanes y algunos no musulmanes es que los bahá’ís disfrutaron de un estatus privilegiado durante el reinado de Muhammad Reza Shah. (Profesor Sanasarian)

Muchos iraníes han escrito cómo y por qué los iraníes consideran intrusos a los bahá’ís. El Dr. Muhammad Tavakoli, iraní musulmán, profesor de Estudios de Oriente Medio en la Universidad de Toronto, ha presentado en Iran-Nameh, revista académica editada en lengua persa, un estudio que examina los procesos de marginalización y de los bahá’ís en Irán por las fuerzas políticas y religiosas dentro de la sociedad iraní.


[editar] Fuera de Irán

[editar] Egipto

En 1925, Egipto se convirtió en el primer Estado islámico en reconocer jurídicamente a la Fe de Bahá’u’lláh como una religión independiente, separada del Islam. A pesar de que fue una comunidad históricamente activa en los albores del siglo pasado, tanto sus actividades como sus instituciones están prohibidas en la actualidad por la Ley 263. La ordenanza entró en vigor en 1960, siete años después de la fundación de la República Árabe de Egipto, por decreto del entonces presidente Gamal Abdel Nasser. Todas las propiedades de la comunidad bahá’í, centros bahá’ís, bibliotecas y cementerios incluidos, fueron requisados por el Gobierno. La actual comunidad bahá’í egipcia, que según cálculos, cuenta con entre setecientos y dos mil miembros, ha sido acusada por el Centro de Investigación Islámico Al-Azhar de “apostasía” [18].

En enero de 2001, dieciocho personas, en su mayoría bahá’ís, fueron arrestadas en la ciudad de Sohag so pretexto de haber violado el artículo 98 del Código Penal (“insultando a una religión divina”), y bajo otras posibles acusaciones. Diez de los detenidos fueron encarcelados durante más de diez meses sin que pesara sobre ellos acusación oficial alguna. [19]

De forma análoga a Irán, el Gobierno egipcio exige a sus ciudadanos que se identifiquen como judíos, cristianos o musulmanes, no dejando otra alternativa a los que no se adscriban a ninguno de estos tres credos que renunciar a documentos identificativos válidos, así como a sus pasaportes y a sus partidas de nacimiento, matrimonio y defunción. Un incidente de mayo de 2004 indicaba que el Ministerio del Interior había cursado instrucciones a sus funcionarios para que requisaran cualesquiera carnés de identidad pertenecientes a los bahá’ís. La gravedad que ya de por sí reviste el asunto viene agravada por la naturaleza fundamental del carné de identidad: el ser considerado ciudadano, y, en consecuencia, el ejercicio de actividades propias de la ciudadanía (la posesión de propiedades, la matriculación en cualquier centro de estudios, la apertura de un negocio…)

Un caso, dirimido ante los tribunales en abril de 2006, ilustra la animosidad del Gobierno egipcio hacia la comunidad bahá’í. Una pareja egipcia bahá’í acudió a los tribunales para que en sus documentos oficiales no constara falsamente su religión. Un tribunal de primera instancia les dio la razón, fallando en su favor, declarando su derecho a identificarse como bahá’ís en sus documentos y ordenando al gobierno que emitiese carnés de identidad, así como partidas de nacimiento, matrimonio y defunción, en las que se aclarase la religión que profesaban, si bien la jurisprudencia islámica no reconoce la “práctica abierta” de la fe bahá’í.

El Gobierno, bajo la presión de facciones conservadoras de la sociedad, en especial, de la Universidad Al Azhar y los Hermanos Musulmana -que se oponen a todo reconocimiento de la Fe bahá’í como creencia religiosa-, recurrió la sentencia a principios de mayo ante la Corte Suprema egipcia.

El proceso ha suscitado un interés en todo el país y en el mundo árabe en general. Hossam Bahgat, director de Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales (EIPR), declaró que se trata de un caso significativo, "no sólo para los bahá'ís, sino para todos los egipcios, dado que sentará un importante precedente en términos de ciudadanía, igualdad y libertad de religión". Hay un enorme interés por este caso.

El 15 de mayo se celebró la sesión de apelación, en la que se hicieron patentes los sentimientos que ha despertado el caso. La organización pro derechos humanos (EIPR) ha ofrecido una descripción de la sesión:

Algunos abogados y otros individuos, presentes en la sesión en el palacio de justicia, interrumpían a los abogados defensores cada vez que trataban de dirigirse al tribunal, profiriendo insultos en voz alta, llamándoles "infieles" y amenazándoles violentamente durante la sesión. "Incapaz de imponer orden en la sala, el Tribunal levantó la sesión, reanudando después los trámites a puerta cerrada. Cuando se levantó la sesión, los guardias de seguridad de la sala se negaron a proteger a los abogados defensores, que fueron rodeados por parte de la muchedumbre, y amenazados verbalmente, empujados y zarandeados, y no se les permitió abandonar la sala.

Bani Dugal, representante de la Comunidad Internacional Bahá’í ante Naciones Unidas, ha declarado: "Los bahá'ís representados en el caso, y por extensión, la comunidad bahá'í de Egipto al completo, tan sólo piden disfrutar de los mismos derechos que otros ciudadanos egipcios, y en esta ocasión concretamente del derecho a que no se identifique falsamente su religión en documentos del gobierno. Tal falsedad, aparte de ser fraudulenta, supone para los bahá'ís una renuncia a su Fe." [20]

El Supremo ha citado a las partes a la sesión de apelación el 20 de noviembre de 2006.

El siguiente extracto de un artículo aparecido en el Khaleej Times el 3 de mayo revela la animosidad que impregna el discurso de algunas destacadas figuras de la política egipcia [21]:

• El ministro de Dotaciones Religiosas, Mahmoud Hamdi Zakzouk, explicó en el Parlamento que basaría su recuso en la opinión del principal clérigo musulmán del país, Sheikh de al-Azhar, es decir, en que el Bahá’ísmo (sic) no es una ‘religión revelada’, reconocida por los musulmanes. • Gamal Akl, parlamentario perteneciente al grupo de la oposición, Hermanos Musulmanes, dijo que los bahá’ís eran unos infieles que deberían ser asesinados por haber cambiado de religión. • "El problema con los bahá’ís es que se mueven controlados por los israelíes. Deseamos que el Ministerio del Interior no ceda ante el chantaje rastrero de este pervertido grupo", añadió otro militante del grupo Hermanos Musulmanes, Mustafa Awadallah. • "Se tiene interés en que sean conocidos antes que extraños, de manera que no logren infiltrarse en las capas de la sociedad y difundir su extremista y degenerada ideología", dijo Zainab Radwan, del Partido Democráctico Nacional, actualmente en el gobierno, para justificar la necesidad de que los bahá'ís estén identificados.

El Supremo ha fallado finalmente el 16 de diciembre de 2006 a favor de las políticas discriminatorias del Gobierno de Egipto.

[editar] Referencias

  • Ambeyi Ligabo. Report Submitted by the Special Rapporteur on the right to freedom of opinion and expression, Ambeyi Ligabo. Addendum: Mission to the Islamic Republic of Iran. In UN Commission on Human Rights. Civil and Political Rights, including the question of freedom of expression E/CN.4/2004/62/Add.2, January 12 2004.
  • Amnesty International. Iran: Dhabihullah Mahrami: Prisoner of Conscience, October 1996. AI INDEX: MDE 13/34/96.
  • Amnesty International. Iran: Serious violations continue amid political and religious repression, November 13 1993. AI INDEX: MDE 13/11/93.
  • Amnesty International. Amnesty International condemns execution of Bahá'í, July 24 1998. AI INDEX: MDE 13/12/98.
  • B. Frelick. Iranian Bahá'í and genocide early warning. Social Science Record, 24(2):35–37, 1987.
  • Benita Ferrero-Waldner. Speech given at the European Parliament by European Commissioner for Education, Training, Culture and Multilingualism, October 12 2005. Speech given by Jan Figel on behalf of Benita Ferrero-Waldner.
  • E. Abrahamian. Khomeinism: Essays on the Islamic Republic. University of California Press, Berkeley, CA, 1993.
  • Friedrich W. Affolter. The Specter of Ideological Genocide: The Bahá'ís of Iran. War Crimes, Genocide and Crimes Against Humanity, 1(1):59– 89, 2005.
  • Christopher Buck. Islam and Minorities: The Case of the Bahá'ís. Studies in Contemporary Islam, 5(1):83–106, 2003.
  • European Union. EU Annual Report on Human Rights 2004. Office for Official Publications of the European Communities, Belgium, 2004.
  • Galindo Pohl. Final Report on the situation of human rights in the Islamic Republic of Iran by the Special Representative of the Commission on Human Rights E/CN.4/1993/41. In United Nations Commission on Human Rights Forty-ninth session, January 28 1993.
  • Iqbal Latif. Medieval ignorance: The silence of Iranian polity towards Bahá'í persecution. The Iranian, August 5 2002.
  • Jahanshah Javid. Heechee kam nadaaran: When are we going to recognize Bahá'ís?. The Iranian, July 3 2002.
  • Miloon Kothari. Country Mission to Iran - 19 to 31 July 2005. Selections from Preliminary Findings-relevant to Bahá'ís. In UN Commission on Human Rights. Special Rapporteur on Adequate Housing, July 2005.
  • Mohamed Tavakoli-Targhi. Anti-Bahá'ísm and Islamism in Iran, 1941- 1955. Iran-Nameh, 19(1):79–124, 2001.
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  • United States Bureau of Democracy, Human Rights and Labor. International Religious Freedom Report, 2001.
  • United States Bureau of Democracy, Human Rights and Labor. International Religious Freedom Report, 2004.


[editar] Vínculos relacionados

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