Osteoclastos

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Los Osteoclastos son células de gran tamaño, multinucleadas (contienen de 15 a 20 núcleos), cuya función principal es la reabsorción ósea, interviniendo así en la remodelación del hueso (el hueso es un tejido que está en constante remodelación mediante formación y reabsorción). Estas células se observan, pues, adosadas a la superficie de reabsorción del hueso en las llamadas lagunas de Howship, pequeñas cavidades en el tejido óseo resultado de la actividad de las propias células sobre la matriz con la que se encuentran en contacto.

Los osteoclastos tienen forma redondeada, un par de centriolos por cada núcleo, varios complejos de Golgi yuxtanucleares, abundantes mitocondrias alargadas, ribosomas libres y un gran número de lisosomas, pues son células con capacidad fagocítica.

La superficie en contacto con el hueso en reabsorción presenta numerosos plegamientos celulares, a modo de un borde estriado, pero con proyecciones citoplasmáticas más aplanadas y más irregulares que las microvellosidades. Bajo este borde plegado se observan vesículas dispuestas en cadena, como las vesículas de endocitosis, y pequeñas vesículas lisosómicas (estas vesículas se fusionan con la membrana plasmática vertiendo su contenido al espacio extracelular, formándose así las lagunas de Howship). Entre las proyecciones del borde plegado se observa matriz ósea en destrucción en la que destacan las fibras colágenas.

Los osteoclastos destruyen la matriz ósea mediante la secreción de enzimas hidrolíticas (colagenasas), que son liberadas por los lisosomas mediante exocitosis, y que digieren las fibras colágenas y degradan la matriz. También segregan ácido cítrico y ácido carbónico, los cuales acidifican el medio favoreciendo la actividad enzimática. Gracias a la unión de los extremos de la membrana de la célula con la matriz ósea (zona de sellado) se consigue que el contenido lisosómico no se difunda por toda la matriz. Además, son los propios osteoclastos los que fagocitan los restos de la matriz destruida mediante la emisión de las prolongaciones citoplasmáticas; dichos restos son incorporados a su citoplasma y digeridos en los fagolisosomas (formados a partir de la fusión de una vesícula endocítica con un lisosoma con enzimas hidrolíticas).

Es muy importante que el número y actividad de osteoclastos sean estrechamente regulados, ya que si hay una excesiva actividad osteoclástica va a haber una importante disminución de la masa ósea y de su resistencia mecánica que ocasionará susceptibilidad para las fracturas (osteoporosis); mientras que si por el contrario no hay un número suficiente de osteoclastos se va a producir una disminución de la reabsorción ósea y como consecuencia va a haber una acumulación excesiva de hueso desorganizándose la estructura ósea y alterándose las propiedades mecánicas del tejido (osteopetrosis).

Hasta hace relativamente poco tiempo, se consideraba que los osteoclastos provenían de la fusión y transformación de células osteoprogenitoras o de osteoblastos (células de origen mesénquimático constituyentes también del tejido óseo), lo cual explicaría que sean células multinucleadas. Hoy se sabe que tienen su origen en los monocitos, células sanguíneas que abandonan el torrente sanguíneo para internarse en el endostio del hueso (capa que lo recubre internamente) y diferenciarse en los osteoclastos.