Ecología de los bosques de neblina en el Perú
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Cubierto por un abrigo eterno de niebla, un mundo misterioso y desconocido viste las abruptas laderas de la cordillera de los Andes. Un territorio siempre verde donde la constante humedad es la pieza principal del intrincado engranaje natural. Aquí cobran fuerza los ríos, descendiendo espumosos hacia el este y arrancándole sedimentos a las montañas. Es una tierra de cascadas cristalinas y criaturas tan bellas como esquivas.
[editar] La tierra de las cataratas
Lo que más impresiona al viajero que visita la selva alta es su exuberancia e increíble profusión de vida. Esta apreciación se debe en gran parte a que para acceder a ella es preciso trasponer la cordillera de los Andes, cruzando los austeros territorios de la puna, donde la supervivencia parece casi un lujo. Una vez traspuesta la gran barrera que crean los macizos andinos, la naturaleza parece explotar en un mosaico de color y movimiento. Un mundo de cascadas y torrentes donde la humedad domina los ciclos y donde las plantas y animales alcanzan los máximos niveles de diversidad del mundo entero.
Los territorios de la selva alta o yunga, se extienden a lo largo del flanco oriental de la cordillera de los Andes, desde Venezuela hasta el norte de Argentina. En el Perú, esta ecorregión irrumpe a través de ambos flancos del valle del Marañón (Amazonas) para continuar a lo largo del esqueleto cordillerano que recorre el país hacia Bolivia. En ciertas zonas, la selva alta pasa a las vertientes occidentales de los Andes. Es el caso de las partes altas de las cuencas de los ríos Jequetepeque, Zaña, La Leche, Chira y Piura, donde la humedad y otras características ambientales han determinado la existencia de densos bosques húmedos.
La selva alta limita en el Perú con la ecorregión de la selva baja o llanura amazónica por el este, y con la puna por el oeste. En el caso del valle del Marañón, el límite inferior lo establece el busque seco ecuatorial. Un porción de selva alta ubicada al norte del paso de Porculla (entre Olmos y Jáen) limita con la ecorregión del páramo. Sin bien el rango altitudinal de este ecorregión varía algo con la latitud, se puede afirmar que se sitúa entre los 700 msnm y los 3.200 msnm.
El clima en la selva alta es cálido y muy húmedo, con variaciones marcadas en función de la altitud. Como regla, es cálido en la parte baja y templado a medida que se acerca a las alturas andinas. Aquí llueve más que en ningún otro lugar del país (generalmente por encima de los 1.800 msnm), lo que favorece la formación de numerosos torrentes y cascadas de agua cristalina. En algunas zonas, donde la lluvia es casi una constante a lo largo de los 365 días del año, los niveles de precipitación llegan a los 7.000 mm, formando verdaderos "mundos semiacuáticos" en tierra firme. Como en todo, existen también excepciones a la regla respecto de la humedad. Algunos valles encerrados entre montañas altas (Apurímac, Mantaro o Huánuco) cuentan con un clima seco y de escasas precipitaciones.
Su relieve es montañoso y complejo, con valles angostos y profundas quebradas de selva impenetrable recorridas por infinidad de ríos y torrentes. En sus partes más altas, entre los 2.500 y 3.800 msnm, se desarrolla una sigular formación vegetal conocida con el nombre de "bosques enanos". Aquí los árboles son achaparrados (raramente superan los 10 metros de altura) y abundan los musgos, orquídeas y ericáceas. Algo más abajo, en zonas generalmente envueltas en niebla y lloviznas, se ubican los bosques de nubes (1.300 a 2.500 msnm), con abundantes epifitas (musgos, líquenes, bromelias, tillandsias), helechos de muchas clases y amplios manchales de bambú. Finalmente, en las zonas más bajas (600 a 1.300 msnm), las colinas que forman la ceja de montaña se pueblan de árboles altos y un denso sotobosque que impide el paso de la luz.
La vegetación en las yungas es quizá la más exuberante de los trópicos, con gran cantidad de orquídeas (de hecho, las más bellas se encuentran en esta región), begonias gigantes y helechos del tamaño de árboles (Cyathea sp.). Este es también edl hogar de especies singulares y poco conocidas de fauna silvestre, como el gallito de las rocas, el oso de anteojos o ucumari y el mono choro de cola amarilla; los quetzales, el pato de los torrentes, más de veinte variedades de picaflores y varias docenas de especies de aves fruteras, cuyos brillantes colores parecen competir en belleza con las flores del bosque.